Día 11 (80) - Gn 27:33-38
33 Y
se estremeció Isaac grandemente, y dijo: ¿Quién es el que vino
aquí, que trajo caza, y me dio, y comí de todo antes que tú
vinieses? Yo le bendije, y será bendito. 34 Cuando
Esaú oyó las palabras de su padre, clamó con una muy grande y muy
amarga exclamación, y le dijo: Bendíceme también a mí, padre mío.
35 Y él dijo: Vino tu hermano con engaño, y tomó tu
bendición. 36 Y Esaú respondió: Bien llamaron su nombre
Jacob, pues ya me ha suplantado dos veces: se apoderó de mi
primogenitura, y he aquí ahora ha tomado mi bendición. Y dijo: ¿No
has guardado bendición para mí? 37 Isaac respondió y dijo a
Esaú: He aquí yo le he puesto por señor tuyo, y le he dado por
siervos a todos sus hermanos; de trigo y de vino le he provisto;
¿qué, pues, te haré a ti ahora, hijo mío? 38 Y Esaú
respondió a su padre: ¿No tienes más que una sola bendición,
padre mío? Bendíceme también a mí, padre mío. Y alzó Esaú su
voz, y lloró. Génesis 27:33-38
Ayer quedamos en el momento en que llegó Esaú y se encontró que Isaac, su padre, ya había entregado la bendición. Fue ahí cuando Esaú con grande amargura le dijo: Bendíceme también a mi. Pero Isaac le respondió: Vino tu hermano con engaño y tomó tu bendición.
Esaú primero hablo de Jacob, diciendo que bien le habían puesto por nombre Jacob (el que suplanta) porque dos veces me ha suplantado: con la primogenitura y con la bendición. Y luego agregó: ¿No has guardado un poco de bendición para mí? Isaac respondió: He puesto a tu hermano como señor tuyo y le he provisto de todo. Isaac ya no tenía nada para dar a Esaú.
Esaú alzó su voz y lloró.
Detengámonos un momento a pensar en Esaú. Ahora estaba pasando un muy mal momento. Se dio cuenta que había perdido algo para siempre. Ya no se podía recuperar la bendición, nunca más.
Pero, para poder entender como se llegó a éste momento, tenemos que volver tiempo atrás. Debemos regresar al momento en que llegó cansado, agotado y sin fuerzas, el día en que Jacob le propuso vender su primogenitura. Claro que Esaú estaba en desventaja, pero en vez de buscar a Dios, decidió hacer un acuerdo con su hermano por sí mismo. Tal vez pensó: hoy le hago el trato y después me quedo con la primogenitura y la bendición igualmente. Pero la Biblia dice que ese día despreció la primogenitura, y todo lo que se siembra… se cosecha.
Podemos pensar muchas cosas sobre la conducta de Esaú, pero nosotros muchas veces hacemos lo mismo. ¿Cuántas veces Dios nos ha hablado? Todos los días en el estudio, una vez por semana o dos cuando vamos al templo y tantas otras veces por el diálogo con alguna persona de Dios, profesores, maestros, algún compañero, alguna otra persona, y hasta en algunas circunstancias de la vida. Y hacemos lo mismo que hizo Esaú: despreciamos su Palabra, no nos interesa, ¡pensamos que no pasa nada hacer la nuestra sin escuchar a Dios! Pero si hoy estás leyendo este estudio es porque todavía estás a tiempo. A tiempo de escucharle, a tiempo de recibirle como Salvador y a tiempo de vivir obedeciendo su voz.
Vos decidís. Esaú decidió mal y perdió todo y fue grande su lamento.
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¿Qué elegís hoy para tu vida: el consejo de Dios y su bendición o hacer la tuya y solo esperar el dolor y el llanto?