35 Concibió
otra vez, y dio a luz un hijo, y dijo: Esta vez alabaré a Jehová;
por esto llamó su nombre Judá; y dejó de dar a luz.
Génesis
29:35
Ayer
comenzamos con éste pasaje donde vamos viendo como fueron naciendo
los primeros hijos de Jacob. Empezamos viendo a Lea y todo lo que
estaba soportando en esa relación construida por bases sociales y no
bíblicas.
Vimos
que en medio de ese dolor por el menosprecio, Dios estaba viendo y
obraría para ayudarla. En el pasaje de ayer estaban los nombres de
los primeros tres.
Primero
nació Rubén. Éste era el primogénito, con todo lo que significaba
en ese momento. Lea entendió que Dios le había dado ese privilegio
porque había visto su aflicción. En eso estaba en lo cierto. No
olvidemos lo que representaba para una mujer el poder tener un hijo
en ese momento. Pero en algo no estaba en lo cierto: pensó que
teniendo un hijo su esposo la amaría, pues eso no sucedió. Qué
difícil es seguir cuando pensamos que haciendo tal cosa todo va a
mejorar, y no sucede así. Rubén estaba con sus hermanos luego
haciendo cosas malas como luego veremos, pero marcaba una diferencia,
aunque un tanto leve.
Luego
nació Simeón. Cuando nació, Lea también estuvo en lo correcto e
incorrecto como con Rubén, pues sucedió igualmente en cuanto a su relación con Jacob. Simeón iba a
traer grandes dolores de cabeza, iba a participar de una matanza e
iba a estar encarcelado en Egipto, entre otras cosas.
Luego
nació Leví. Éste iba a participar de la matanza con Simeón. Pero
sus descendientes iban a tener una tarea especial para Dios. Lea
pensó como dice el dicho: la tercera es la vencida. Pero no lo fue.
Llegamos
a los versículos de hoy y nos encontramos con el cuarto hijo: Judá.
Pero acá hubo algo totalmente diferente. En los otros tres se enfocó
en pensar en atraer a su esposo pero en éste caso piensa diferente.
Dice: esta vez alabaré a Jehová. Dios había visto como era
menospreciada, y le concede tener lo más valioso que existe: vidas.
Cuatro hijos le había dado y, si bien reconocía que era Dios el que
lo daba, nunca se había detenido a darle las gracias. ¡Qué bueno
es poder agradecer! Muchas veces no nos damos cuenta que disfrutamos
de las bendiciones de Dios, de su compañía y cuidados, y no nos
tomamos el tiempo para agradecerle. Judá no iba a ser uno más. Si
bien él también iba a hacer cosas indebidas como sus hermanos, su
descendencia iba a llegar a marcar no solo un territorio sino una
línea genealógica que iba a llegar hasta el mismo Salvador del
mundo. Lea estaba alabando a Dios por darle sus bendiciones aún en
medio del dolor que estaba pasando dentro de su propia familia. Al dejar de mirar el dolor que vivía y enfocarse en Dios ella estaba valorando su vida, podía apreciar lo importante que era el poder traer a la vida a esos 4 niños y eso sin saber lo importante que significaría para el plan de Dios en el antiguo testamento su segundo hijo y para el nuevo testamento el cuarto hijo. De éste último se escucharía palabras como la tribu de Judá, judíos, tierra de Judá, o León de la tribu de Judá.
En
éstos días, aunque a veces no parece que hubiese muchos motivos para alabar, sin
embargo, Dios sigue haciendo cosas muy hermosas. De algunas nos damos
cuenta, de otras no, pero Él sigue obrando. Sigue cuidando nuestras
vidas, sigue haciendo su obra. Y Nosotros podemos alabarle y pasar tiempo con Él. Dios obra con poder en la vida de sus hijos, y se complace en hijos agradecidos.
Tómate
tiempo hoy para alabar el nombre de Dios y darle gracias por la
Salvación que tenemos en el Señor Jesús. No te olvides la historia
de hoy: Cuando lea alabó a Dios al nacer su hijo, de esa línea vino
el Salvador.
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¿De qué maneras hoy puedes alabar y agradecer a Dios?
Oración:
Querido
Padre Dios, gracias porque siempre estás trabajando en mi vida.
Gracias porque aunque yo muchas veces no me acuerdo de agradecer, tú
sigues bendiciendo mi vida. Ayúdame a alabarte con mi vida todos los
días. En el nombre del Señor Jesús, Amén.