Día 35 (104) - Gn 33:1-4

Alzando Jacob sus ojos, miró, y he aquí venía Esaú, y los cuatrocientos hombres con él; entonces repartió él los niños entre Lea y Raquel y las dos siervas. 2 Y puso las siervas y sus niños delante, luego a Lea y sus niños, y a Raquel y a José los últimos. 3 Y él pasó delante de ellos y se inclinó a tierra siete veces, hasta que llegó a su hermano. 4 Pero Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron. Génesis 33:1-4

En estos días vimos como Dios trabajó con Jacob. Ahora tenía un nuevo nombre: Israel. Había estado luchando toda la noche, y después que Dios le bendijo y se fue de su presencia, amaneció. Salió caminando despacio, pues le costaba pisar por lo que le había pasado en su muslo. Salió de Peniel y se fue hacia donde estaba su familia.

En un momento dado, levantó la vista y vio que venía Esaú, y con él los 400 hombres. Me imagino que su corazón empezó a galopar, traspiraba y ni se acordaba del dolor de su pierna. Puso adelante a sus siervas con sus hijos, luego a Lea con sus hijos y por último a Raquel con su hijo José. ¿Y dónde se puso él? Él fue adelante. Se inclinó siete veces a tierra antes de llegar hasta Esaú. Cada vez que se inclinaba y se volvía a parar sentiría gran dolor en su pierna, pues había pasado muy poco tiempo desde que se descoyuntara.

Cuando Jacob iba avanzando vio que Esaú empezó a correr hacia él. Seguramente se quedó congelado. En su mente podría haber quedado cuando Esaú corría con tanta habilidad hacía la presa que iba a capturar. Pero antes de que pudiese reaccionar ya tenía a Esaú encima. Cuando Jacob sintió el contacto de Esaú fue en un cálido abrazo. ¿Sabés una cosa? Nunca Esaú había abrazado a Jacob y viceversa. Nunca habían sentido lo bien que se siente el cariñoso abrazo de un hermano. Pero ahora lo estaba disfrutando. Fue tan fuerte que se dieron un beso y se pusieron a llorar. ¡Que momento tan increíble! ¿Quién podía haber pensado 20 años antes de que eso iba a pasar? Hay gente que piensa que las personas no cambian, pero esas personas no conocen a Dios. Dios puede cambiar hasta el corazón más duro. 

Podemos ver con claridad, que después de tener un encuentro personal con Dios Jacob empezó a cosechar bendiciones. ¿Cómo está tu vida? El quiere que disfrutes de todas sus promesas, pero vos tenés que hacer que Dios sea TU DIOS. 

Y volviendo a la historia,  f ue un momento maravilloso en la vida de los dos. Veinte años habían pasado desde la última vez que se vieron con todo el rencor y peleas que habían comenzado en el vientre de su mamá. Todo los había llevado al punto de ¡desear la muerte del otro! Y así Jacob había abandonado su casa y tantos años después vuelve con el temor natural, pero Dios había actuado.   Algunos dicen que el tiempo todo lo borra, pero en realidad no es así. El único que puede traer paz a nuestro corazón es el Señor Jesús. El mismo había guiado a Jacob, a pesar de la dureza de corazón de él, y al mismo Esaú a curar una herida de toda la vida. Los dos hermanos ya eran muy mayores. Toda una  vida desperdiciada   por no querer escuchar al otro ni perdonar.

Pero el momento tan especial había llegado y los hermanos, por primera vez en sus vida se estaban abrazando de verdad. Seguramente cuando ellos eran chicos, su papá Isaac, los retaba cuando se peleaban y le decía: ¡Ahora se dan un abrazo! ¡Y no quiero que se peleen más! Y los dos, re forzados, se abrazaban y se decían al oído, ya vas a ver cuando te agarre. 

¿Cuántas veces en la escuela le pediste perdón a alguien porque la maestra te lo pidió? Pero seguramente en muchas no tenías ganas de hacerlo, pues el perdón es algo que se debe sentir en el corazón. Jesús es el que puede hacer que el perdón salga de nuestro corazón. ¿Sabés por qué? Porque él ya lo hizo por nosotros. Él conoce todo lo malo que hacemos, que pensamos y planeamos. Y es más…. No solo sabe lo que hacemos, sino que también lo que hemos hecho y además ¡Todo lo que haremos!. Aún así nos perdona. Quiere decir que cuando aceptamos al Señor Jesús, el nos perdona los pecados que ya hicimos, los que estamos haciendo y aún ¡nos perdona los futuros antes de los hagamos!. Así cómo Jesús lo hace con nosotros, él puede ayudarnos a hacerlo con los demás. No pierdas tiempo como Jacob y Esaú. Haz las paces con quién tengas que hacerlo, hoy mismo.

  • Piensa en alguien con quien no estas bien. Pídele ahora a Dios que te ayude a hacer las paces con esa persona.

Oración:

Querido Dios Padre, gracias porque tu me perdonaste en el Señor Jesús a pesar de mis pecados pasados, presentes y futuros. Te pido que me ayudes a hacer las paces con esa persona que recién pensé. En el nombre del Señor Jesús, Amén.