Alzando
Jacob sus ojos, miró, y he aquí venía Esaú, y los cuatrocientos
hombres con él; entonces repartió él los niños entre Lea y Raquel
y las dos siervas. 2 Y puso
las siervas y sus niños delante, luego a Lea y sus niños, y a
Raquel y a José los últimos. 3 Y él pasó delante de ellos y
se inclinó a tierra siete veces, hasta que llegó a su hermano.
4 Pero Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó
sobre su cuello, y le besó; y lloraron. Génesis 33:1-4
En
estos días vimos como Dios trabajó con Jacob. Ahora tenía un nuevo
nombre: Israel. Había estado luchando toda la noche, y después que
Dios le bendijo y se fue de su presencia, amaneció. Salió caminando
despacio, pues le costaba pisar por lo que le había pasado en su
muslo. Salió de Peniel y se fue hacia donde estaba su familia.
En
un momento dado, levantó la vista y vio que venía Esaú, y con él
los 400 hombres. Me imagino que su corazón empezó a galopar,
traspiraba y ni se acordaba del dolor de su pierna. Puso adelante a
sus siervas con sus hijos, luego a Lea con sus hijos y por último a
Raquel con su hijo José. ¿Y dónde se puso él? Él fue adelante.
Se inclinó siete veces a tierra antes de llegar hasta Esaú. Cada
vez que se inclinaba y se volvía a parar sentiría gran dolor en su
pierna, pues había pasado muy poco tiempo desde que se descoyuntara.
Cuando
Jacob iba avanzando vio que Esaú empezó a correr hacia él.
Seguramente se quedó congelado. En su mente podría haber quedado
cuando Esaú corría con tanta habilidad hacía la presa que iba a
capturar. Pero antes de que pudiese reaccionar ya tenía a Esaú
encima. Cuando Jacob sintió el contacto de Esaú fue en un cálido
abrazo. ¿Sabés una cosa? Nunca Esaú había abrazado a Jacob y
viceversa. Nunca habían sentido lo bien que se siente el cariñoso
abrazo de un hermano. Pero ahora lo estaba disfrutando. Fue tan
fuerte que se dieron un beso y se pusieron a llorar. ¡Que momento
tan increíble! ¿Quién podía haber pensado 20 años antes de que
eso iba a pasar? Hay gente que piensa que las personas no cambian,
pero esas personas no conocen a Dios. Dios puede cambiar hasta el
corazón más duro.
Podemos
ver con claridad, que después de tener un encuentro personal con
Dios Jacob empezó a cosechar bendiciones. ¿Cómo está tu vida? El
quiere que disfrutes de todas sus promesas, pero vos tenés que hacer
que Dios sea TU DIOS.
Y
volviendo a la historia,
f
ue
un momento maravilloso en la vida de los dos. Veinte años habían
pasado desde la última vez que se vieron con todo el rencor y peleas
que habían comenzado en el vientre de su mamá.
Todo
los había llevado al punto de ¡desear la muerte del otro! Y así
Jacob había abandonado su casa y tantos años después vuelve con
el temor natural, pero Dios había actuado.
Algunos
dicen que el tiempo todo lo borra, pero en realidad no es así. El
único que puede traer paz a nuestro corazón es el Señor Jesús. El
mismo había guiado a Jacob, a pesar de la dureza de corazón de él,
y al mismo Esaú a curar una herida de toda la vida. Los dos hermanos
ya eran muy mayores. Toda una
vida
desperdiciada
por
no querer escuchar al otro ni perdonar.
Pero
el momento tan especial había llegado y los hermanos, por primera
vez en sus vida se estaban abrazando de verdad. Seguramente cuando
ellos eran chicos, su papá Isaac, los retaba cuando se peleaban y le
decía: ¡Ahora se dan un abrazo! ¡Y no quiero que se peleen más! Y
los dos, re forzados, se abrazaban y se decían al oído, ya vas a
ver cuando te agarre.
¿Cuántas
veces en la escuela le pediste perdón a alguien porque la maestra te
lo pidió? Pero seguramente en muchas no tenías ganas de hacerlo,
pues el perdón es algo que se debe sentir en el corazón. Jesús es
el que puede hacer que el perdón salga de nuestro corazón. ¿Sabés
por qué? Porque él ya lo hizo por nosotros. Él conoce todo lo malo
que hacemos, que pensamos y planeamos. Y es más…. No solo sabe lo
que hacemos, sino que también lo que hemos hecho y además ¡Todo lo
que haremos!. Aún así nos perdona. Quiere decir que cuando
aceptamos al Señor Jesús, el nos perdona los pecados que ya
hicimos, los que estamos haciendo y aún ¡nos perdona los futuros
antes de los hagamos!. Así cómo Jesús lo hace con nosotros, él
puede ayudarnos a hacerlo con los demás. No pierdas tiempo como
Jacob y Esaú. Haz las paces con quién tengas que hacerlo, hoy
mismo.
-
Piensa
en alguien con quien no estas bien. Pídele ahora a Dios que te
ayude a hacer las paces con esa persona.
Oración:
Querido
Dios Padre, gracias porque tu me perdonaste en el Señor Jesús a
pesar de mis pecados pasados, presentes y futuros. Te pido que me
ayudes a hacer las paces con esa persona que recién pensé. En el
nombre del Señor Jesús, Amén.