Dijo
Dios a Jacob: Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz
allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano
Esaú. 2 Entonces
Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los
dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros
vestidos. 3 Y levantémonos, y subamos a Bet-el; y haré allí
altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha
estado conmigo en el camino que he andado. Génesis 35:1-3
En
éstas últimas semanas hemos estado viendo la historia de Jacob.
Jacob ya había llegado a la tierra de Canaán. Sí, estaba en el
lugar que Dios le había señalado al abuelo Abraham, la tierra
prometida por Dios. La situación no estaba para nada bien, luego de
lo que sus 10 hijos mayores habían hecho matando a todos los hombres
de la comunidad de Hamor y Siquem. Luego de ese momento tan terrible
Dios le habló a Jacob: Levántate y ve a Betel y quedate allí, y
haz un altar en el lugar en que yo te aparecí cuando huías de tu
hermano. ¿Te acordás que había pasado ahí? Si Dios se le había
aparecido en un sueño con una escalera y le había dado promesas
maravillosas que ya se estaban haciendo realidad.
Ir
hasta Betel tenía un problema bastante importante. Era muy probable,
como vimos ayer, que los pueblos de alrededor se armaran e intentaran
unirse para atacar a Jacob y sus hijos, después de lo que ellos habían
hecho. Mucho más peligroso era el tener que salir de su casa y poder
ser atacados en el camino. Ahora la familia de Jacob era muy grande,
pues estaban sus hijos y las mujeres y los niños traídos desde la
otra comunidad. Pero Jacob estaba mostrando que quería hacer las
cosas a la forma de Dios, por lo tanto, fue a toda su familia y le
dijo que se preparen porque iban a salir hacia Betel. “Pero recién
llegamos papá” - podría haber dicho algunos de sus hijos. O…
“Estoy cansado de tanto caminar” - podría haber dicho otro. O…
“Es una locura salir y quedar expuestos ante los otros pueblos”.
Jacob, ya era un hombre muy mayor, un anciano, y sin embargo no dudo
en ir hacia Betel, “Dios tendrá algo bueno para nosotros”, pudo
haber pensado. Toda su vida había sido una pelea en contra de Dios
y la desobediencia y propia conveniencia había sido su modo de vida.
Hasta que esa noche en Peniel, aprendió que no podía seguir
peleando a Dios, pues en algún momento Dios mismo iba a tener que
hacer que Jacob coseche lo que sembró. Luego de ese encuentro con
Dios pasó lo de Dina. Él no había reaccionado. No sabemos si todo
esto lo agarró de sorpresa, o si lo agarró cansado de tanto camino
o pensó que sus hijos lo podían arreglar, pero lo cierto es que no
reaccionó a tiempo y no evitó que las cosas se salgan tanto de
lugar.
En
esta altura de la vida de Jacob, no puedo dejar de compararla a la de
su abuelo Abraham. Abraham buscaba constantemente agradar a Dios y lo
adoraba, pero continuamente cometía graves errores, llevado por sus
malas elecciones y algunas veces las mentiras. Pero al final Dios le
da una prueba, de las más difíciles que un hombre pueda pasar. Y
Abraham aprueba, y aunque su vida era un ejemplo de errores
continuos, por esa aprobación y por la fe que demostró en Dios,
fue llamado “amigo de Dios”. ¿Podría ser que Dios le estaba
dando la última oportunidad a Jacob, como se la dio a Abraham?
¿Jacob la iba a provechar cómo hizo el abuelo Abraham?
Siempre
me asombra que Dios continuamente tiene cosas para nosotros. Somos
tantos y tantos y tantos sobre la tierra, y sin embargo, Él siempre
tiene planes para cada uno de nosotros. Siempre desea compartir con
nosotros sus bendiciones y milagros, aunque, cómo ya algunas veces
lo hemos dicho, no nos damos cuenta.
Todos
se dispusieron a obedecer a Jacob, a pesar de que hacía poco habían
llegado, a pesar del cansancio, a pesar del camino polvoriento y el
sol, a pesar de todo lo terrible que había pasado en esos pocos días
de vivir allí. Recuerda esto: cuando Dios nos pide cosas chicas, nos
dará cosas grandes y cuando nos pide cosas grandes, nos dará
cosas... ¡enormes y maravillosas!
-
¿Estás
obedeciendo a Dios, o te estás perdiendo sus bendiciones?
Oración:
Querido
Dios Padre, gracias porque siempre quieres bendecir mi vida. Ayúdame
a obedecerte y así disfrutar de ti. En el nombre del Señor Jesús,
Amén.