Día 40 (109) - Gn 35:1-3

Dijo Dios a Jacob: Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú. 2 Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos. 3 Y levantémonos, y subamos a Bet-el; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado. Génesis 35:1-3

En éstas últimas semanas hemos estado viendo la historia de Jacob. Jacob ya había llegado a la tierra de Canaán. Sí, estaba en el lugar que Dios le había señalado al abuelo Abraham, la tierra prometida por Dios. La situación no estaba para nada bien, luego de lo que sus 10 hijos mayores habían hecho matando a todos los hombres de la comunidad de Hamor y Siquem. Luego de ese momento tan terrible Dios le habló a Jacob: Levántate y ve a Betel y quedate allí, y haz un altar en el lugar en que yo te aparecí cuando huías de tu hermano. ¿Te acordás que había pasado ahí? Si Dios se le había aparecido en un sueño con una escalera y le había dado promesas maravillosas que ya se estaban haciendo realidad.

Ir hasta Betel tenía un problema bastante importante. Era muy probable, como vimos ayer, que los pueblos de alrededor se armaran e intentaran unirse para atacar a Jacob y sus hijos, después de lo que ellos habían hecho. Mucho más peligroso era el tener que salir de su casa y poder ser atacados en el camino. Ahora la familia de Jacob era muy grande, pues estaban sus hijos y las mujeres y los niños traídos desde la otra comunidad. Pero Jacob estaba mostrando que quería hacer las cosas a la forma de Dios, por lo tanto, fue a toda su familia y le dijo que se preparen porque iban a salir hacia Betel. “Pero recién llegamos papá” - podría haber dicho algunos de sus hijos. O… “Estoy cansado de tanto caminar” - podría haber dicho otro. O… “Es una locura salir y quedar expuestos ante los otros pueblos”. Jacob, ya era un hombre muy mayor, un anciano, y sin embargo no dudo en ir hacia Betel, “Dios tendrá algo bueno para nosotros”, pudo haber pensado. Toda su vida había sido una pelea en contra de Dios y la desobediencia y propia conveniencia había sido su modo de vida. Hasta que esa noche en Peniel, aprendió que no podía seguir peleando a Dios, pues en algún momento Dios mismo iba a tener que hacer que Jacob coseche lo que sembró. Luego de ese encuentro con Dios pasó lo de Dina. Él no había reaccionado. No sabemos si todo esto lo agarró de sorpresa, o si lo agarró cansado de tanto camino o pensó que sus hijos lo podían arreglar, pero lo cierto es que no reaccionó a tiempo y no evitó que las cosas se salgan tanto de lugar.

En esta altura de la vida de Jacob, no puedo dejar de compararla a la de su abuelo Abraham. Abraham buscaba constantemente agradar a Dios y lo adoraba, pero continuamente cometía graves errores, llevado por sus malas elecciones y algunas veces las mentiras. Pero al final Dios le da una prueba, de las más difíciles que un hombre pueda pasar. Y Abraham aprueba, y aunque su vida era un ejemplo de errores continuos, por esa aprobación y por la fe que demostró en Dios, fue llamado “amigo de Dios”. ¿Podría ser que Dios le estaba dando la última oportunidad a Jacob, como se la dio a Abraham? ¿Jacob la iba a provechar cómo hizo el abuelo Abraham?

Siempre me asombra que Dios continuamente tiene cosas para nosotros. Somos tantos y tantos y tantos sobre la tierra, y sin embargo, Él siempre tiene planes para cada uno de nosotros. Siempre desea compartir con nosotros sus bendiciones y milagros, aunque, cómo ya algunas veces lo hemos dicho, no nos damos cuenta.

Todos se dispusieron a obedecer a Jacob, a pesar de que hacía poco habían llegado, a pesar del cansancio, a pesar del camino polvoriento y el sol, a pesar de todo lo terrible que había pasado en esos pocos días de vivir allí. Recuerda esto: cuando Dios nos pide cosas chicas, nos dará cosas grandes y cuando nos pide cosas grandes, nos dará cosas... ¡enormes y maravillosas!

  • ¿Estás obedeciendo a Dios, o te estás perdiendo sus bendiciones?

Oración:

Querido Dios Padre, gracias porque siempre quieres bendecir mi vida. Ayúdame a obedecerte y así disfrutar de ti. En el nombre del Señor Jesús, Amén.