Día 13 (127) - Gn 40:1-8

1 Aconteció después de estas cosas, que el copero del rey de Egipto y el panadero delinquieron contra su señor el rey de Egipto. 2 Y se enojó Faraón contra sus dos oficiales, contra el jefe de los coperos y contra el jefe de los panaderos, 3 y los puso en prisión en la casa del capitán de la guardia, en la cárcel donde José estaba preso. 4 Y el capitán de la guardia encargó de ellos a José, y él les servía; y estuvieron días en la prisión. 5 Y ambos, el copero y el panadero del rey de Egipto, que estaban arrestados en la prisión, tuvieron un sueño, cada uno su propio sueño en una misma noche, cada uno con su propio significado. 6 Vino a ellos José por la mañana, y los miró, y he aquí que estaban tristes. 7 Y él preguntó a aquellos oficiales de Faraón, que estaban con él en la prisión de la casa de su señor, diciendo: ¿Por qué parecen hoy mal vuestros semblantes? 8 Ellos le dijeron: Hemos tenido un sueño, y no hay quien lo interprete. Entonces les dijo José: ¿No son de Dios las interpretaciones? Contádmelo ahora. Génesis 40:1-8

Ayer estuvimos viendo los primeros pasos de José en la cárcel. Vimos como Dios puso a José en gracia a los ojos del jefe de la cárcel, y entonces José se encargaba de todas las necesidades de los presos. Hoy continúa el relato en la cárcel. El pasaje bíblico de hoy cuenta que dos de los jefes que servían a Faraón delinquieron. No dice que hizo cada uno ni si los dos eran culpables, pero sí que el Faraón se había enojado con ellos y por eso los mandó a la cárcel. Los dos eran el jefe de los panaderos y el jefe de los coperos. El primero se encargaba de todo lo que correspondía a la pastelería del servicio al Faraón, era el responsable de elegir los mejores ingredientes y preparar de la forma más segura, los mejores manjares pasteleros. El segundo era el responsable de elegir las mejores uvas y preparar el mejor vino para el Faraón. Aveces hasta lo tenía que probar delante del Faraón para demostrar que el vino estaba libre de cualquier sustancia que podría agredir la salud de él.

Acá podemos ver como Dios estaba preparando a José para una tarea excepcional. Cada día hacía su tarea en cada celda y a cada preso. Era observador, y cada momento no pasaba desapercibido a su mirada. Fue así como una mañana entró a la celda de los dos jefes mandados a prisión por Faraón, y los miró a la cara y notó que estaban tristes. Uno puede pensar: ¿Quién puede estar contento de estar en la cárcel? Ellos estaban acostumbrados a vivir en una posición alta y ahora estaban en una fría y pequeña celda, sin saber que iba a pasar con ellos, pues en esos lugares y en aquel tiempo eran muy duras las sentencias. Pero de alguna manera José se dio cuenta que ese día no estaban igual al anterior. Eso no se puede notar si el observador no tiene un interés especial por el otro. Dios había dotado con capacidades físicas y espirituales a José, pero también José obraba de tal manera en que Dios podía obrar por medio de él en una forma extraordinaria.

Por eso en primer lugar vemos que observaba con interés de ayudar a los demás. Después dice que cuando los vio así, que se dispuso a hablar con ellos. No sabemos si estaba permitido que él pueda conversar con los presos, pero el siente la necesidad de saber qué les estaba preocupando más hoy que ayer. Ahí fue cuando les preguntó diciendo: ¿Por qué parecen hoy mal vuestros semblantes?. No se cuantas personas habían visto a los hombres ese día, pero solo José percibe el cambio en sus semblantes y se anima a preguntarles.

Ellos, entonces, respondieron que habían tenido un sueño y nadie lo podía interpretar. Eso muestra que ellos habían hablado con otros, pero José fue quien lo notó y preguntó. ¡Qué importante es prestar atención a todos los que nos rodean! Muchos pueden estar necesitando del Señor y nosotros no nos damos cuenta. Posiblemente algunos necesitan una palabra de aliento o de esperanza. ¿Qué hubiese sido de esos hombres si José hubiese pensado: esos dos están presos por algo que habrán hecho, que se la aguanten, yo no me meto? Todo lo que pasa en la vida de los hijos de Dios, dice la Biblia, es para bien. No podemos desaprovechar cada oportunidad que Dios nos da, para servirle a él, pero también porque esas oportunidades son también para marcar en nuestras vidas su voluntad y lo que él está preparando para nosotros mismos. Las personas buscan en tantos lados equivocadamente, y Dios está moviendo, aún en días que se presentan difíciles, el corazón de sus hijos para que observen a los que están en necesidad alrededor de ellos.

Lo primero que José hizo al recibir esa afirmación fue hablarles de Dios. José les dijo que Dios puede responder a cada necesidad, pues les dijo que de Dios son las interpretaciones. Y les pidió que le cuenten el sueño en ese momento. Eran muchísimas las tareas que José hacía a diario. El hecho de quedarse a hablar con ellos provocaría que toda su tarea se atrase y termine más tarde de lo común. Pero eso no era lo más importante. Claro que algo iba a perder él, pero lo que más deseaba era poder ayudar a esos hombres contando lo que Dios iba a poner en su mente y corazón.

Mañana veremos los sueños, pero hoy quisiera que nos quedemos con este pensamiento. Muchas veces los problemas o vivencias que surgen han puesto freno a una carrera diaria de compromisos y actividades que prácticamente no dejaban tiempo para observar y hablar con los que podrían necesitar de Dios y de nosotros. Dios nos da esos días para poder hacer contacto, no solo con los que están bajo nuestro mismo techo, sino aquellos que por sus publicaciones, estados, comentarios, etc. están mostrando un semblante decaído porque algo está pasando en ellos. Seamos observadores como José y hablemos. Preguntemos, dejemos que expresen sus problemas, situaciones, temores, inseguridades, etc. y después, como hizo José, hablemos de Dios, no de nuestros consejos sociales, sino del plan de Dios para sus vidas. José nos dejó un magnífico ejemplo.

  • Piensa ahora mismo por quien empezar, ora primero buscando la guía de Dios, y luego hazlo.

Oración:

Querido Dios Padre, gracias porque tú me observas y hablas cada día dándome aliento y esperanza. Ayúdame a ser como tú y como José con las personas que están en mi casa o que puedo contactar en éstos días. En el nombre del Señor Jesús, Amén.