6 Y José era el señor de la tierra, quien le vendía a todo
el pueblo de la tierra; y llegaron los hermanos de José, y se
inclinaron a él rostro a tierra. 7 Y José, cuando vio a sus
hermanos, los conoció; mas hizo como que no los conocía, y les
habló ásperamente, y les dijo: ¿De dónde habéis venido? Ellos
respondieron: De la tierra de Canaán, para comprar alimentos.
8 José, pues, conoció a sus hermanos; pero ellos no le
conocieron. 9 Entonces se acordó José de los sueños que había
tenido acerca de ellos, y les dijo: Espías sois; por ver lo
descubierto del país habéis venido. Génesis 42:6-9
Ayer quedamos en el momento en que Jacob mandó a sus 10 hijos
mayores a buscar comida a Egipto. Aquellos muchachos, bastante
adultos, que no reaccionaban ante la necesidad imperiosa de procurar
alimento, fueron enviados por su padre ante la noticia de que en
Egipto había alimento para comprar. Cuando llegaron a Egipto,
después de unos cuantos días de camino, fueron ante el señor de
aquella tierra en busca de alimentos para comprar y llevarlos a
Canaán. Al llegar a la presencia del señor de Egipto, se inclinaron
de tal manera que sus cabezas tocaron el suelo. Ninguno de ellos se
dio cuenta que ese señor era José, pero José los reconoció apenas
los vio.
¿Qué habrá pasado
por la mente de José? ¿Cómo le debe haber afectado poder ver a
aquellas personas que no solo lo trataban muy mal, sino que habían
planeado matarlo y que finalmente lo vendieron como esclavo? Ahora
las posiciones estaban totalmente invertidas. Ahora él era el señor,
él era el que tenía el poder y no sus hermanos. Cualquiera podría
haber pensado en que era una oportunidad que Dios le estaba dando
para poner las cosas en su lugar y castigar a sus hermanos por la tan
terrible forma en que se comportaron con él. Pero esa no es la forma
de pensar de Dios, ni la de José.
Podemos entender que
José indudablemente ya había perdonado a sus hermanos, sino es muy
difícil poder estar frente a ellos sin un ánimo de querer hacer
“justicia”. Claro que ese perdón es verdadero cuando lo ponemos
en manos de Dios y no solo por un impulso personal, pues éste se
puede alterar por cualquier cosa que suceda y nos hace arrepentir.
La posición que ellos adoptaron delante de José, trajo a la memoria de él lo que había soñado más de 20 años atrás. Ahora no solo entendía el significado de ese sueño, sino que además podía saber porque Dios se lo había dado. Dios en su momento no estaba diciendo que iba a ser sobre sus hermanos, sino que cuando eso se concretara tenía que tener en claro que a pesar de las dificultades que tuvo que pasar para llegar hasta ahí, Dios siempre estuvo presente, y permitió aquellas cosas para
prepararlo excelentemente .
Ahora él tenía que
poner en práctica todas esas cosas que aprendió: estaba
administrando Egipto pensando en las personas y no centrando su
mirada en el grano, aunque no podía descuidar ésto último. Pero
ahora también tenía una prueba muy importante y tenía que ver con
dejar atrás todo lo que había sido maltratado y sufrido, y dejar
que Dios tome todo eso y lo arroje a lo profundo del mar
conjuntamente con nuestros pecados.
El sueño que vuelve a su mente, lleva su corazón al tiempo donde estaba pasando la peor época de maltrato. Era suficiente para traer a su mente la amargura y desánimo, y hasta la melancolía de poder estar junto a su amado padre. Pero al poder verse frente a un espejo, poder notar que Dios le había avisado, 20 años atrás, a lo que iba a llegar, que hoy era una realidad, tenía que ser el aliento y la fuerza de que Dios había realizado su plan en él. Dios había ayudado para que todo eso se pudiera concretar y eso era mucho mejor que todo lo demás. Dios había reconocido a un siervo fiel, y lo había puesto en alto, y ese siervo era él mismo.
Es hermoso ver el
efecto que tiene en la vida la persona de Dios, cuando ocupa el lugar
que debe ocupar, y eso depende de nosotros. La historia de José está
llena de hermosas enseñanzas de como Dios quiere guiar la vida de
cada una de las personas que le permiten obrar dentro de sus
corazones.
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¿Qué lugar ocupa
Dios en nuestras vidas?
Oración:
Querido Padre Dios,
gracias porque tu quieres llenar mi vida de bendiciones preciosas.
Ayúdame a poner mi corazón en tí, sobre todas las demás cosas. En
el nombre del Señor Jesús, Amén.