Día 31 (145 ) - Gn 43 : 16 - 34
6 Y vio José a Benjamín con ellos, y dijo al mayordomo de su casa: Lleva a casa a esos hombres, y degüella una res y prepárala, pues estos hombres comerán conmigo al mediodía. 17 E hizo el hombre como José dijo, y llevó a los hombres a casa de José. 18 Entonces aquellos hombres tuvieron temor, cuando fueron llevados a casa de José, y decían: Por el dinero que fue devuelto en nuestros costales la primera vez nos han traído aquí, para tendernos lazo, y atacarnos, y tomarnos por siervos a nosotros, y a nuestros asnos. 19 Y se acercaron al mayordomo de la casa de José, y le hablaron a la entrada de la casa. 20 Y dijeron: Ay, señor nuestro, nosotros en realidad de verdad descendimos al principio a comprar alimentos. 21 Y aconteció que cuando llegamos al mesón y abrimos nuestros costales, he aquí el dinero de cada uno estaba en la boca de su costal, nuestro dinero en su justo peso; y lo hemos vuelto a traer con nosotros. 22 Hemos también traído en nuestras manos otro dinero para comprar alimentos; nosotros no sabemos quién haya puesto nuestro dinero en nuestros costales. 23 Él les respondió: Paz a vosotros, no temáis; vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio el tesoro en vuestros costales; yo recibí vuestro dinero. Y sacó a Simeón a ellos. 24 Y llevó aquel varón a los hombres a casa de José; y les dio agua, y lavaron sus pies, y dio de comer a sus asnos. 25 Y ellos prepararon el presente entretanto que venía José a mediodía, porque habían oído que allí habrían de comer pan.26 Y vino José a casa, y ellos le trajeron el presente que tenían en su mano dentro de la casa, y se inclinaron ante él hasta la tierra. 27 Entonces les preguntó José cómo estaban, y dijo: ¿Vuestro padre, el anciano que dijisteis, lo pasa bien? ¿Vive todavía? 28 Y ellos respondieron: Bien va a tu siervo nuestro padre; aún vive. Y se inclinaron, e hicieron reverencia. 29 Y alzando José sus ojos vio a Benjamín su hermano, hijo de su madre, y dijo: ¿Es este vuestro hermano menor, de quien me hablasteis? Y dijo: Dios tenga misericordia de ti, hijo mío. 30 Entonces José se apresuró, porque se conmovieron sus entrañas a causa de su hermano, y buscó dónde llorar; y entró en su cámara, y lloró allí. 31 Y lavó su rostro y salió, y se contuvo, y dijo: Poned pan. 32 Y pusieron para él aparte, y separadamente para ellos, y aparte para los egipcios que con él comían; porque los egipcios no pueden comer pan con los hebreos, lo cual es abominación a los egipcios. 33 Y se sentaron delante de él, el mayor conforme a su primogenitura, y el menor conforme a su menor edad; y estaban aquellos hombres atónitos mirándose el uno al otro. 34 Y José tomó viandas de delante de sí para ellos; mas la porción de Benjamín era cinco veces mayor que cualquiera de las de ellos. Y bebieron, y se alegraron con él.
Llegamos a la tercera parte del capítulo 43. Ya pasamos por el diálogo de Judá y Jacob. Después por la decisión, fuera de orden, de Israel. Y con los 10 hermanos de José, incluyendo a Benjamín, llegamos nuevamente, por segunda vez, a Egipto.
El pasaje comienza diciendo que vio José a Benjamín llegar con sus hermanos. Y ahí podemos notar dos cosas fundamentales entre otras. José estaba esperando a sus hermanos. Nos imaginamos que durante aquel periodo que no habría sido tan largo en tiempo pero se debe haber tornado interminable por la espera, José cada día miraría hacía Canaán para ver si venían aquellos hombres agotados por el camino pero trayendo ese tesoro que él deseaba ver: su hermano Benjamín. Y el día al fin llegó.
Pero a pesar de sus deseos no podía echar a perder lo planeado. Que importante es cuando corresponde, frenar nuestros impulsos para poder actuar como debe hacerse, sin dejarse llevar solo por los impulsos, sino que lo que nos impulse sea la guía de Dios. Fue entonces que le dio ordenes al mayordomo de los lleve a su casa y prepare la comida, pues comería con ellos, un privilegio que muy poquitos podían tener.
Pero esos hombres, seguían llevando sobre sí, exceptuando a Benjamín, el peso de sus culpas por lo hecho en el pasado, y pensaron que los llevaría allí para apresarlos. Hoy muchas personas no desean escuchar a Dios pues piensan que Dios los quiere solo castigar por sus pecados, y se pierden la oportunidad de escuchar que Jesús les ofrece el perdón de pecados y la salvación a quién se arrepiente verdaderamente.
Entonces apenas llegaron se acercaron a hablar con el mayordomo y tratar de explicar lo ocurrido con el dinero en el primer viaje, y que ahora trajeron el doble de dinero. El mayordomo observó la tensión que había en ellos y les respondió palabras que hubiesen tranquilizado a cualquier persona: “ Paz a vosotros, no temáis; vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio el tesoro en vuestros costales; yo recibí vuestro dinero.”
¿Y entonces? Si no es por el dinero, ¿para que nos trae aquí? Podrían haber pensado. Ellos que querían pasar lo más desapercibidos posible, y ahora estaban en la casa particular del señor de Egipto. En ese momento dejó salir a Simeón de la cárcel y se pudo unir a sus hermanos. Todo se presentaba muy extraño a las expectativas que ellos tenían, pues los llevó a la casa, les dio agua para beber, les lavaron los pies, (es decir conocían muy bien las costumbres de los hebreos, que no eran las de Egipto) y les dio de comer a los asnos. Entonces ellos prepararon todos los regalos que habían traído para entregar al señor cuando apenas llegue a comer, pues había que causar la mejor impresión posible.
Y llegó José entonces y los hermanos se inclinaron delante de él hasta tocar con su cabeza el suelo. En medio de ese cuadro José les preguntó como estaban y si el padre de ellos vivía. Que necesidad tenía él de saber eso. 22 años habían pasado de el momento en que su padre lo había enviado a ver a sus hermanos, aún sabiendo que ellos lo odiaban. Seguramente muchas preguntas se cruzaron por su mente durante todo aquel tiempo. Por ejemplo: ¿por qué su padre no lo buscó?. Ellos enseguida respondieron tratando de ser lo más atentos posible: Si, está bien tu siervo. Empezaba a correr por las venas de José una sensación que difícilmente había sentido anteriormente. El plan empezaba a dar sus frutos, pero todavía faltaba un poco.
Y miró y allí estaba Benjamín. Disimuló preguntando: ¿ese es vuestro hermano menor? Pero no esperó la respuesta, pues eso que corría en su interior ya no se podía contener, sino que quería explotar sin contención. Entonces tuvo que salir rápidamente y se fue a su cuarto y allí lloró intensamente. Otra vez volcaba en lagrimas tantas cosas que se mezclaban nuevamente ante las circunstancias que se dieron y como Dios había manejado cada una.
Luego de un rato, se lavó la cara, se contuvo y salió y dio la orden de poner la comida. Entones se sentó José en una mesa, sus sirvientes en otra, y puso a sus hermanos en otra enfrentada a la de él, y sus hermanos se sorprendieron al darse cuenta que los había hecho sentar en el orden de edad de cada uno. Y mandó a poner una porción cinco veces mayor a Benjamín que a sus hermanos. Y José observaba detenidamente el comportamiento de cada uno. No debemos olvidar que José deseaba comprobar si Benjamín era tratado bien o como lo habían hecho con él sus hermanos.
Muchas veces se mezclan las decisiones con los sentimientos. Ambas nos las ha dado Dios, para que las administremos de la mejor manera posible. Pero nunca debemos dejar de lado los objetivos, aunque muchas veces no los tenemos. Anteriormente vimos que José no tenía que perder el rumbo de sus actos, y aunque sus sentimientos estaban en tensión con sus decisiones, no iba a perder el rumbo. Su mirada estaba en el valor de las personas. Esa es una virtud que Dios da a sus hijos, para que puedan ver a sus prójimos como Jesús lo hizo. Entonces el prójimo es más importante que los sentimientos y las decisiones son guiadas hacia el bien.
Este pasaje empezó con el temor de los hermanos, y terminó: “ y se alegraron con él.”
¿Como miras a tu prójimo?
Repasa la historia del buen samaritano en Lucas 10 y cuenta con tus palabras cual debe ser el sentir por el prójimo.