Día 32 (146 ) - Gn 44 : 1 - 13
1 Mandó José al mayordomo de su casa, diciendo: Llena de alimento los costales de estos varones, cuanto puedan llevar, y pon el dinero de cada uno en la boca de su costal. 2 Y pondrás mi copa, la copa de plata, en la boca del costal del menor, con el dinero de su trigo. Y él hizo como dijo José. 3 Venida la mañana, los hombres fueron despedidos con sus asnos. 4 Habiendo ellos salido de la ciudad, de la que aún no se habían alejado, dijo José a su mayordomo: Levántate y sigue a esos hombres; y cuando los alcances, diles: ¿Por qué habéis vuelto mal por bien? ¿Por qué habéis robado mi copa de plata? 5 ¿No es esta en la que bebe mi señor, y por la que suele adivinar? Habéis hecho mal en lo que hicisteis.
6 Cuando él los alcanzó, les dijo estas palabras. 7 Y ellos le respondieron: ¿Por qué dice nuestro señor tales cosas? Nunca tal hagan tus siervos. 8 He aquí, el dinero que hallamos en la boca de nuestros costales, te lo volvimos a traer desde la tierra de Canaán; ¿cómo, pues, habíamos de hurtar de casa de tu señor plata ni oro? 9 Aquel de tus siervos en quien fuere hallada la copa, que muera, y aun nosotros seremos siervos de mi señor. 10 Y él dijo: También ahora sea conforme a vuestras palabras; aquel en quien se hallare será mi siervo, y vosotros seréis sin culpa. 11 Ellos entonces se dieron prisa, y derribando cada uno su costal en tierra, abrió cada cual el costal suyo. 12 Y buscó; desde el mayor comenzó, y acabó en el menor; y la copa fue hallada en el costal de Benjamín. 13 Entonces ellos rasgaron sus vestidos, y cargó cada uno su asno y volvieron a la ciudad.
A quel día había sido muy especial. Habían llegado aquellos 10 hombres con una tensión como nunca antes la habían sentido. Por un lado pensando en lo que habían dejado: un padre al cual le habían dicho que sea como sea regresarían a su hijo Benjamín. Por el otro lado, un señor que les había advertido que no pisaran Egipto sin Benjamín, pero que eso no era garantía que cambiara en su forma de pensar y se enojara por todo el tiempo en que habían tardado en llegar de regreso.
Al llegar encontrarse que el mayordomo del señor de Egipto lo llevó a la casa particular del señor y todo lo que pudo pasar por sus pensamientos en cuanto a planes de aniquilamiento del poder egipcio sobre los 10 u once pobres hebreos. Pero todo había sido diferente. Si, había varias cosas que no se podían explicar, como cuando los sentó en orden de nacimiento en la mesa, pero todo había pasado mucho mejor que lo que se habían imaginado y ya estaban los sacos de cada uno, incluso los de Simeón y Benjamín, listo para emprender el viaje de regreso a casa.
Seguramente algunos ya estaban festejando el regreso, pero otros no estaban tan seguros. Las cosas habían salido tan bien, que sospechaban que algo podía pasar, así que hasta que pudiesen voltear su cabeza y ver que Egipto había quedado atrás bien lejos, no estarían tranquilos. En realidad en ningún lado dice eso, pero me puedo imaginar que algo así pensaron.
En fin. Aquella mañana, cada uno tomó su animal y comenzó la peregrinación de regreso a Canaán. Toda esa pesadilla parecía quedar atrás. Se empezaba a sentir el viento seco del desierto cuando esa tranquilidad y el ruido del movimiento de los animales se vio interrumpido por unos gritos.
Al darse vuelta se dieron cuenta que era el mayordomo del señor de Egipto. Su cara no lucía como el día anterior en donde trató con tanta amigabilidad a los 11 hermanos. Cuando empezó a hablar no quedaron dudas de que no tenía el mismo ánimo. Enseguida comenzó a hacer preguntas: ¿Por qué habéis vuelto mal por bien? ¿Por qué habéis robado la copa de plata? ¿No es esta en la que bebe mi señor, y por la que suele adivinar?
Toda la adrenalina de volver se extinguió en un instante. ¿Pero qué puede haber pasado? Estaban tan seguros de que el mayordomo estaba equivocado que hasta hablaron demás. La “propuesta” fue: “ Aquel de tus siervos en quien fuere hallada la copa, que muera, y aun nosotros seremos siervos de mi señor.” Sin lugar a duda, no midieron sus palabras y las consecuencias que podrían acarrear.
El mayordomo tomó parte de las palabras escuchadas. Les dijo que tomando lo que ellos dijeron: el que tenga la copa será un esclavo y el resto se podrá ir a su casa. Cada uno rápidamente bajó y abrió su saco con grano, y uno a uno fue revisado. Como había sucedido en la mesa de la casa del señor, el mayordomo comenzó a revisar del mayor al menor. Y justamente la copa fue encontrada en el costal de Benjamín. Los hermanos, dice el relato, rasgaron sus vestidos, cargaron los sacos en los animales y emprendieron el regreso a Egipto. ( Rasgarse las vestiduras es una antigua tradición entre los judíos, y se asocia con el luto, el dolor y la pérdida. Ya había pasado algo así en esta misma historia. "Cuando Rubén volvió a la cisterna y vio que José no estaba allí, se rasgó las vestiduras" (Génesis 37:29). Poco después, "Jacob se rasgó las vestiduras, se vistió de cilicio y lloró a su hijo durante muchos días" (Génesis 37:34) cuando pensó que José había muerto. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la Biblia está llena de personas que se rasgan las vestiduras en señal de desesperación. En situaciones graves, se rasgaban las vestiduras como una expresión externa de gran dolor, arrepentimiento y desesperación. Era una señal para el resto del mundo de que el dolor era demasiado pesado para soportarlo y la pena era demasiado profunda para expresarla) Sin lugar a duda este hecho causó gran dolor entre los hermanos de Benjamín.
Pereciera que la única vez en que trataron de hacer las cosas bien, aunque no había sido por decisión propia sino por miedo, todo había salido igual de mal que en otras oportunidades. A veces nosotros pensamos así, como si no valiese la pena hacer las cosas bien. Pero la Biblia nos enseña que Dios nos pide que obremos siempre según su voluntad, imitando a Jesús, haciendo el bien y actuando siempre por el bien. En este caso que estamos viendo, no es que las cosas salen mal aunque obremos mal o bien, sino que ellos estaban siendo probados de cual era su forma de pensar sobre su hermano Benjamín. Muchas veces Dios permite que las cosas no salgan como nos gusta, porque son pruebas para que podamos comprobar que hay en nuestros corazones. Cuando todo está bien, tendemos a obrar bien, pero... ¿que sucede cuando las cosas no van tan bien? Ahí se ve los verdaderos hijos de Dios, o los que verdaderamente quieren seguir a Jesús.
Ellos, aun en medio del dolor de los acontecimientos que eran inexplicables, decidieron obrar bien. Podían irse a casa, pero no lo hicieron, volvieron a Egipto, como si fuera otra pesadilla, pero fue acertada la decisión.
¿Cómo son tus decisiones aun cuando parezca que lo que te pasa es injusto?
¿Qué piensas de que la Biblia afirme que a los que aman a Dios todas las cosas le ayudan a bien?