Día 33  (1 4 7 ) - Gn 44 : 1 4 - 17

14 Vino Judá con sus hermanos a casa de José, que aún estaba allí, y se postraron delante de él en tierra. 15 Y les dijo José: ¿Qué acción es esta que habéis hecho? ¿No sabéis que un hombre como yo sabe adivinar? 16 Entonces dijo Judá: ¿Qué diremos a mi señor? ¿Qué hablaremos, o con qué nos justificaremos? Dios ha hallado la maldad de tus siervos; he aquí, nosotros somos siervos de mi señor, nosotros, y también aquel en cuyo poder fue hallada la copa. 17 José respondió: Nunca yo tal haga. El varón en cuyo poder fue hallada la copa, él será mi siervo; vosotros id en paz a vuestro padre.

Continuamos con esta historia, que a mi gusto, es una de las más hermosas de la Biblia, después de la de Jesús, por supuesto. Y al entrar en ésta parte del relato es imposible no mirar hacia atrás. Las experiencias de la vida nos van marcando y esas marcas muchas veces condicionan nuestro obrar. (Eso al menos dicen los especialistas)

Los últimos 22 años habían sido una mezcla de dolor, aprendizaje y un cambio total de la vida de José. Primero los 13 años de esclavitud. Si, 13, supongo, largos años que habían convertido a ese joven bien vestido y preferido por su padre, en una persona de entre las más despreciadas en todo Egipto. Durante esos años no habrá solo presionado su cuerpo la esclavitud, sino que seguramente la traición y desamparo de su familia habrán presionado fuertemente su corazón. Ambas nos demuestran, que había una fuerza interior que mantuvo a José de pie, y no fue una propia, sino que la presencia de Dios en su vida fue la responsable, como varias veces hemos visto en la historia.

Luego de esos 13 años tan pero tan duros, José pudo darse cuenta que habían sido un entrenamiento intensivo para una tarea totalmente superadora que Dios le había preparado. La primera parte era el poder ser el “señor” de Egipto, con la responsabilidad de darle de comer al mundo durante, nada más y nada menos, siete años de hambre total. Pero había una segunda tarea que era más personal. La primera era hacia afuera y segunda hacia adentro. Ésta, la segunda, tenía que ver con su familia y su pasado tan triste. Ahora, el hombre que tomaba decisiones por el bien de toda la tierra de aquel entonces, debía tomar decisiones sobre las personas que tanto mal habían planeado para su vida, al punto tal de planear su muerte.

Durante los últimos días hemos estado viendo el plan que José llevo a cabo para poder comprobar si esos 10 hombres seguían siendo tan malvados o si ellos habían dejado que Dios pueda obrar en ellos. (Pues Dios no obra a la fuerza en ninguna persona, aunque es Todopoderoso). 22 años antes había soñado que los manojos de espigas de sus hermanos se inclinaban ante el de él, lo cual elevó el nivel de enojo de ellos; pero ahora varias veces los había visto frente a él tocando la tierra con sus cabezas. Pero… ¿ésta vez era igual? José que era un buen observador, como ya hemos visto también, notó que algo había cambiado en ellos.

Nuevamente los hombres, estaban postrados a tierra y escuchando, por traductor, la voz del señor de Egipto, haciendo preguntas en un tono seguramente intimidante sobre los actos de ellos. Y… ¿qué cambió?. Anteriormente, siempre trataron de justificarse ante las acusaciones, pero ahora se escuchó de la voz de Judá: ¿Qué diremos a mi señor? ¿Qué hablaremos, o con qué nos justificaremos? Dios ha hallado la maldad de tus siervos; he aquí, nosotros somos siervos de mi señor, nosotros, y también aquel en cuyo poder fue hallada la copa. Judá. Si, Judá nuevamente, de quién ya hablamos días atrás. Sus palabras son de reconocimiento de culpa. Si bien no estaba reconociendo el hecho de la copa en sí, sino que la culpa que venía golpeando su corazón desde hace tantos años por las cosas malas realizadas, encuentra una respuesta en el juicio de Dios. Por eso dice que no puede justificarse, pues Dios ha mostrado la maldad de sus corazones.

No hay nada que podamos hacer en nuestra vida que quite de nosotros la carga de nuestras culpas, salvo el perdón que ofrece Jesús. ¿Por qué nuestras culpas son una carga? Porque ellas nos separa de nuestro Creador y nos llevan a la muerte eterna. Por eso vino Jesús a cargar sobre sí tus pecados y los míos: “Para que todo aquel que en él cree no se pierda, más tenga vida eterna.” (San Juan 3:16)

Así podemos ver que el plan de José iba mucho más allá de saber si su padre estaba vivo y si sus hermanos trataban bien o no a Benjamín, sino que ellos pudieran reconsiderar su relación con Dios. A eso se refirió el Señor Jesús al decirnos que debemos ser luces. Y José, aunque todavía no tenía la Biblia como nosotros, fue guiado por Dios para obrar con bien.

Su respuesta al planteo de Judá fue mucho más tranquila pero con la misma firmeza, y al mismo tiempo se diferenció de sus hermanos: “ Nunca yo tal haga”. La importancia de pensar antes de actuar.

Ahora era el momento de saber como eran sus hermanos realmente e insiste con sus indicaciones: “ El varón en cuyo poder fue hallada la copa, él será mi siervo; vosotros id en paz a vuestro padre”. La prueba llegaba a su punto cúlmine. ¿Qué harían esos hombres ante tanta presión? La libertad de salir y volver a casa estaba a un paso. ¿Era esa la opción a tomar? ¿Podían nuevamente elegir en forma egoísta como lo habían hecho toda su vida? Mañana lo veremos.

Hoy terminamos dejando de mirar a esos 10 hombres y dirigiendo la mirada hacia José. A pesar de todo lo que había sufrido, no estaba devolviendo a sus hermanos con la misma moneda. Dios puede obrar de esa manera en nuestra vida si le permitimos que así lo haga. Dios sigue poniendo en nuestras manos la decisión.

  • ¿Cómo actúas ante los que te molestan o hablan mal de vos cuando tienes la oportunidad de responderles o hacer justicia por mano propia?

  • ¿Qué crees que debes cambiar en ese aspecto?

Oración:

Querido Padre Dios, gracias porque tu has mandado a tu Hijo Jesús a morir por mi, y ahora sé que estoy perdonado de todos mis pecados desde que lo acepté como Salvador personal. Ayúdame a tratar como Jesús me trató y como José trató a sus hermanos, a las personas que no me tratan bien. En el nombre del Señor Jesús, Amén.