Día 34 (148) - Gn 44:18-29


18 Entonces Judá se acercó a él, y dijo: Ay, señor mío, te ruego que permitas que hable tu siervo una palabra en oídos de mi señor, y no se encienda tu enojo contra tu siervo, pues tú eres como Faraón. 19 Mi señor preguntó a sus siervos, diciendo: ¿Tenéis padre o hermano? 20 Y nosotros respondimos a mi señor: Tenemos un padre anciano, y un hermano joven, pequeño aún, que le nació en su vejez; y un hermano suyo murió, y él solo quedó de los hijos de su madre; y su padre lo ama. 21 Y tú dijiste a tus siervos: Traédmelo, y pondré mis ojos sobre él. 22 Y nosotros dijimos a mi señor: El joven no puede dejar a su padre, porque si lo dejare, su padre morirá. 23 Y dijiste a tus siervos: Si vuestro hermano menor no desciende con vosotros, no veréis más mi rostro. 24 Aconteció, pues, que cuando llegamos a mi padre tu siervo, le contamos las palabras de mi señor. 25 Y dijo nuestro padre: Volved a comprarnos un poco de alimento. 26 Y nosotros respondimos: No podemos ir; si nuestro hermano va con nosotros, iremos; porque no podremos ver el rostro del varón, si no está con nosotros nuestro hermano el menor. 27 Entonces tu siervo mi padre nos dijo: Vosotros sabéis que dos hijos me dio a luz mi mujer; 28 y el uno salió de mi presencia, y pienso de cierto que fue despedazado, y hasta ahora no lo he visto. 29 Y si tomáis también a este de delante de mí, y le acontece algún desastre, haréis descender mis canas con dolor al Seol.

Continuamos hoy con la escena que se desencadenó en la casa del señor de Egipto. (José) Aquellos 11 hombres totalmente shockeados ante los acontecimientos. Ya parecía que estaban volviendo sin ningún problema hacia su tierra, pero todo cambió cuando la copa del señor de Egipto apareció en el saco de granos de Benjamín.

Es Judá el que toma la iniciativa de hablar, y comienza a tratar de armar con sus palabras una excusa convincente para tratar de convencer al señor de Egipto que deje a Benjamín volver a su casa. Ya hemos hablado sobradas veces sobre el plan de José y el propósito del mismo.

En la lectura bíblica de hoy hemos podido notar que Judá trató de hacerle recordar cada una de las frases del diálogo hecho entre ambos anteriormente. Seguramente había pensado que aquel señor podría haber olvidado el mismo, pero no imaginaba, bajo ningún punto, que José tenía presente cada detalle.

Comienza pidiendo ser escuchado. ¿Cómo había reaccionado Judá cuando José con solo 17 años le rogó no ser vendido? ¿Eso podía estar golpeando fuertemente en la mente de José al escuchar la petición de Judá? Dios había hecho un trabajo extraordinario en los sentimientos de José, en sus recuerdos y sensaciones. A cada instante, al recorrer la historia, podemos plantearnos: ¿Cómo hubiese reaccionado yo? Cada uno, llevado por su carácter, creo que reaccionaríamos de forma diferente, pero la gran mayoría lo haríamos no de una buena manera, o a la forma de Dios. Lo que vamos acumulando con las experiencias negativas, hacen que no siempre tengamos la reacción correcta, más allá de tratar de justificarlo como una reacción natural. En ese punto tenemos que remitirnos a leer sobre las reacciones que Jesús tuvo cuando estuvo en esta tierra. Posiblemente somos de los que piensan que solo Jesús podía reaccionar de esa manera pues él es Dios, pero José es un ejemplo de lo que Dios puede hacer cuando deseamos que Él controle nuestro carácter, como el apóstol Pablo también podía decir: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. A eso también se refería, entre otras cosas.

Luego le pide que no se enoje. Judá trata de expresarse de tal manera que no desencadene el enojo del señor de Egipto. Es interesante ver la importancia de poder hablar con la tranquilidad y el respeto necesario. Hoy en día es difícil encontrar esas características, y mucho menos en diálogos como se estaba presentando en ese momento. Pero, sin lugar a dudas, la realidad nos abre una puerta extraordinaria para ser testigos de Jesús. Con solo ser tranquilos y respetuosos aún en los peores momentos, la gente notará algo diferente en nosotros.

A continuación podemos ver como reconoce la autoridad del señor de Egipto. Seis veces, en la lectura de hoy dice “señor” y siete veces dice “siervo”. En la Biblia encontramos muchas veces que se debe estar sujeto a… ¿Qué quiere decir estar sujeto a…? Significa reconocer la autoridad de la persona a la que se está sujeto. Reconocer la autoridad significa ser respetuoso, oírle y obedecerlo en el Señor. No podemos estar sujetos a Cristo si no lo estamos a nuestras autoridades espirituales, familiares, educacionales, políticas, etc. Vale aclarar que la única autoridad perfecta es Dios, y todo el resto puede equivocarse. En ese caso la Biblia nos llama a poder, con sumo respeto, plantear la situación, pues como leemos en Romanos 13, toda autoridad está permitida por Dios, y eso no significa de que Dios esté de acuerdo con ellas. Eso queda claro en Samuel, cuando Israel le pidió un rey. Si bien en la Biblia solo habla de niñez y madurez espiritual, podríamos hablar de adolescencia espiritual, cuando creemos en Dios pero, por rebeldía humana, no queremos creerle a Dios. Creemos en Jesús como Salvador, pero no lo queremos aceptar como Señor o Amo.

Luego de las tres cosas mencionadas, comienza a relatar el diálogo anterior, pero hay una diferencia notable. La oportunidad anterior había dicho que tenía un padre, un hermano menor y otro que no aparecía. Ahora dice que el hermano de su hermano menor, murió. 22 años atrás había comenzado el plan de mentiras para que Jacob no supiera la verdad sobre José, que había sido vendido por sus propios hermanos. Aun en medio la presión que representaba estar ahí en ese momento, la mentira se mantenía intacta. Otra vez José tiene que escuchar palabra que aparentaban tranquilad y verdad pero que estaban cargadas de violencia. Otra vez la obra que Dios había hecho en el corazón de José daban buen fruto, y José, aun en medio del momento tan terrible, podía disfrutar de la paz de Dios en su vida.

A continuación Judá pone a su padre como centro de sus palabras. Pone el acento en el problema que representaba para Jacob el hecho de perder a su hijo más pequeño, y único que le quedaba de su amada Raquel, que podría provocar, como el mismo Jacob lo expresó, llevarlo a la muerte por el dolor.

Por último por hoy, nos podemos preguntar: ¿las palabras de Judá eran genuinas? ¿realmente sentía el dolor por su padre, o solo quería usarlo para conmover al señor de Egipto y lograr quedar bien con su padre llevándole a Benjamín?

  • ¿Qué hacés para poder saber si una persona dice la verdad en una situación similar a la que vimos hoy?
  • ¿Qué hubieses hecho en el lugar de José?

Oración:

Querido Padre Dios, gracias porque hoy pude ver la integridad emocional que puede tener una persona que dejó obrar a ti en su vida. Te pido que me ayudes a poder pasar más tiempo contigo para aprender a ser como José y a ser imitador del Señor Jesús. En el nombre del Señor Jesús, Amén.