Día 35 (149) - Gn 44:27-34

27 Entonces tu siervo mi padre nos dijo: Vosotros sabéis que dos hijos me dio a luz mi mujer; 28 y el uno salió de mi presencia, y pienso de cierto que fue despedazado, y hasta ahora no lo he visto. 29 Y si tomáis también a este de delante de mí, y le acontece algún desastre, haréis descender mis canas con dolor al Seol. 30 Ahora, pues, cuando vuelva yo a tu siervo mi padre, si el joven no va conmigo, como su vida está ligada a la vida de él, 31 sucederá que cuando no vea al joven, morirá; y tus siervos harán descender las canas de tu siervo nuestro padre con dolor al Seol. 32 Como tu siervo salió por fiador del joven con mi padre, diciendo: Si no te lo vuelvo a traer, entonces yo seré culpable ante mi padre para siempre; 33 te ruego, por tanto, que quede ahora tu siervo en lugar del joven por siervo de mi señor, y que el joven vaya con sus hermanos. 34 Porque ¿cómo volveré yo a mi padre sin el joven? No podré, por no ver el mal que sobrevendrá a mi padre.

Seguimos con el relato del día de ayer. De hecho habrá notado que se repiten los versículos 27 al 29. El diálogo entre Judá y el señor de Egipto nos sigue dando herramientas para poder saber resolver las cosas a la forma de Dios cuando se nos presentan de una manera difícil, involucrando tantas cuestiones emocionales, entre otras, de por medio.

La reiteración de esos versículos justamente tiene ese motivo. Hace un tiempo hemos visto lo que posiblemente José experimentó al ser vendido por sus hermanos. Allí dijimos, que aunque no se menciona en la Biblia, José pudo haberse preguntado porqué se papá no lo buscó. No olvidemos que aunque Jacob sabía el odio que sus hermanos le tenían, y sabiendo lo que eran capaces de hacer como lo hicieron en el caso de Dina, lo había enviado bastante lejos solo, a ver como estaban ellos. ¿No tenía otra persona para mandar? ¿Su padre ya no lo quería tanto como antes? ¿Su hermano menor había ocupado su lugar? Repito que nunca la Biblia hace este planteo, pero después de toda la terrible experiencia vivida, podría haber surgido muchas dudas en él.

Pero ahora estaba escuchando de la boca de su hermano Judá que su padre pensaba que él había muerto despedazado por un animal. Si en alguna oportunidad él había pensado algo de lo planteado sobre el padre, ahora tenía una respuesta clara: desde el principio su papá pensó, por alguna razón, que él había muerto.

José también podía estar seguro de que su padre estaba vivo, pero tenía que actuar con cuidado para no perjudicarlo. Para ese entonces Jacob tenía 130 años y la fragilidad de una persona con esa edad y de todas las experiencias duras vividas. Pero al mismo tiempo había que tratar de hacer cumplir lo planeado pues era el camino correcto a seguir por su padre, por su hermano Benjamín pero también por el resto de sus hermanos.

Hasta el versículo 29 Judá hace el planteo en base a todo lo que había sucedido, pero el versículo 30 empieza: Ahora, pues. Es decir, todo eso es lo que pasó, pero deseo poder empezar a pensar en este momento y de aquí en adelante. Las palabras de Judá parecen ser sinceras. Anteriormente ya nos preguntamos si sus palabras lo eran. ¿Como poder saberlo? Uno puede conocer si son sinceras si está dispuesto a perder por obtener el bien común, es decir, el bien de todos.

El que estaba acostumbrado, a lo largo de la vida, a hacer mayormente lo que quería, a dar órdenes, a instigar a sus hermanos a tomar decisiones deshonestas, ahora estaba rogando. ¡Que difícil habrá sido para José ver a ese hermano rogando! Fue él el que propuso venderlo a los 17 años, y no quiso escuchar su ruego. Y ahora, 22 años después los roles habían cambiado. Dios había puesto en alto a quién le había sido fiel, pero estaba humillando a quién siempre le había dado la espalda haciendo lo posible para obrar contrariamente a lo que Dios manda, aunque sería por el que seguiría la línea genealógica hasta Jesús.

¡Que maravilloso es ver que no había rencor en el corazón de José! Tanto había sufrido durante los primeros 13 años de esclavitud, y el rencor solo hubiese empeorado las cosas. Y aunque muchos crean que no tiene sentido perdonar a quien no nos lo ha pedido, José lo hizo, y eso permitió que escuchara las palabras de quien lo había vendido sin darle ninguna oportunidad en su momento.

Judá le pidió que dejara ir al muchacho, a Benjamín, y que permitiera que él mismo ocupara el lugar de esclavo. Estaba dispuesto a perder su libertad, a dejar de ser lo que era para que su padre no sufriera hasta morir, por la pérdida de su amado hijo.

Anteriormente hemos visto como hablaron demasiado rápido al llegar el mayordomo del señor de Egipto, pero aquí las palabras eran las mejores que podía expresar. No sabemos si lo hizo por la promesa que le hizo a su padre o realmente ese dolor que menciona era así.

José había llevado a cabo un plan para probar el trato y el carácter de sus hermanos hacía Benjamín, y ahora delante de él tenía a quien lo había vendido ofreciéndose como esclavo en lugar de su medio hermano menor.

Podemos terminar por hoy con un planteo o reflexión sobre la prueba. Dios ya sabe lo que pasa en nosotros y como somos. Pero José no lo sabía sobre sus hermanos. La prueba hizo mostrar como eran sus hermanos en ese momento y no quedarse en la experiencia tan dura de dos décadas atrás. Dios muchas veces nos prueba para que nosotros podamos entender como estamos y quienes somos, pues él no lo necesita, pero nosotros sí. Por lo tanto debemos ser agradecidos y alabar a nuestro Dios cuando prueba nuestra fe de alguna manera, pues en sus planes perfectos, desea que podamos descubrir que es lo que debe cambiar o mejorar en nosotros.

  • ¿Qué piensas cuando Dios prueba tu vida?
  • ¿Cómo haces para saber si la circunstancia que vives es una prueba o una consecuencia de un mal obrar?

Oremos:

Querido Padre Dios, gracias porque siempre todo lo que haces es por mi bien, y puedo entender que aunque pase por pruebas siempre será lo mejor para mi. Ayúdame a no ser rencoroso con nadie, sino poder ser perdonador, como Jesús lo hizo conmigo y José con sus hermanos. En el nombre del Señor Jesús, Amén.