Día 37 (151) - Gn 45:4-8

4 Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. 5 Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. 6 Pues ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra, y aún quedan cinco años en los cuales ni habrá arada ni siega. 7 Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. 8 Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto.

Ayer quedamos en el momento donde José se dio a conocer y sus hermanos no podían reaccionar ante la noticia tan inesperada. Pero fue él mismo que tomó la iniciativa y los invito a dar el paso hacia él. Ellos lo habían expulsado de su familia, de sus vidas, pero 22 años después José los invita a ir a él.

Me hace recordar el momento en que su padre Jacob o Israel, volvía a Canaán y se encontró con Esaú a lo lejos. Jacob había engañado a Esaú y Esaú había jurado matarle. Cuando Jacob fue hacía Esaú, daba unos pasos y se arrodillaba, y así sucesivamente siete veces. Al llegar hasta su hermano, con el cual peleó desde el vientre de su madre, ¿Que sucedió? Esaú era muy hábil para la caza, podría tener un cuchillo muy afilado oculto en cualquier parte del cuerpo, pero el relato de Génesis 33:4  dice: Pero Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron. Jacob, Israel, había orado a Dios antes de ese encuentro y es más, había tenido un encuentro personal con él, y Dios obró.

José tenía sobrados motivos sociales y hasta científicos para justificar odio, venganza y desamor, por los que tanto dolor le provocaron y hasta actuaron como delincuentes con su propio hermano. Pero la obra de Dios en la vida de las personas que lo buscan de verdad, es maravillosa, y trae desde el alma el perdón que solo Dios puede hacer brotar de los de limpio corazón, que no actúan por impulso anímico ni sentimental, sino espiritual. Aquellos 10 hermanos quedaron duros por no poder entender como podía ser que su hermano estaba delante de ellos y no los había hecho sufrir como ellos lo merecían, pero estaba uno de ellos, Benjamín, que había crecido toda su vida pensando que su hermano materno no existía más, pera ahora estaba cara a cara frente a él.

Muchas veces, a lo largo del libro, desde el mismísimo jardín de Edén, hemos visto como las personas le habían echado la culpa a Dios de las cosas malas que pasaron. ¿Cómo el Perfecto, Justo y Recto, tendría lugar entre lo malo? Esa fue la justificación que usa el sr humano que es acusado por su propia conciencia del mal que ha hecho en y con su vida.

Pero José usa el nombre de Dios de otra manera. Y realmente me conmueve de la forma en lo hace. Podría haber dicho: ustedes fueron una porquería, fueron lo peor que existe. No tienen ni idea el terrible daño que me hicieron y todo lo que tuve que sufrir por su culpa, pero Dios, que es maravilloso, me honró poniéndome sobre todo Egipto. No. Ya leímos que no se expresó de esta manera.

Sus palabras fueron pocas y muy certeras. Esa es una primera lección. Debemos pasar mucho tiempo con Dios para poder tener la claridad que solo el da a sus siervos, o dicho de otra manera, a los que deseen de corazón ser siervos de él. Que no necesitan de la demasía de palabras, sino poder expresar en no muchas palabras la abundancia del corazón.

Sus palabras fueron palabras de fe. Él afirmo sin ningún tipo de duda, que Dios lo envió a Egipto antes que a sus hermanos. Unos 22 años antes. El afirma con fe que Dios es perfecto en sus planes, y aunque nos puede llevar mucho tiempo darnos cuenta, todo sale a la luz en su momento justo. Esa fue la fe que lo mantuvo firme en todo ese tiempo tan difícil vivido. Esa es una segunda lección.

Sus palabras fueron de seguridad de un propósito. Desde los sueños de los 17 años, Dios fue mostrando que algo iba a suceder y necesita de un hombre dispuesto a obedecer aun en los peores momentos. Nunca debemos olvidar que esos momentos tan difíciles en la vida de José fueron entre los 17 y 30 años. ¡La juventud! Para muchos, los mejores años para disfrutar de lo que la vida pueda ofrecer en diversión, permisos no muy legales o morales que digamos, y mucho menos espirituales. Pero las palabras de José son un ejemplo maravilloso, y permítame un término: un cachetazo a los jóvenes que piensan de esa manera, pues mientras muchos pierden el mejor momento en prepararse para una vida de servicio para el Señor, José tomó un curso más que intensivo en vivir bajo la mano del Todopoderoso, pues: “Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido”. Lucas 14:11. Ahí fue la tercera lección.

Pero también sus palabras fueron palabras de perdón. No hay lugar a duda que no perdonó a sus hermanos en ese momento. Dios había hecho una obra maravillosa y completa en el corazón dócil de José. No sabemos con exactitud cuando fue, pero cuando los hermanos de José llegaron a Egipto ya habían sido perdonados, y eso le dio libertad de pensamientos a José. Esta cuarta lección nos muestra que el perdón libera al que perdona, y no necesariamente al perdonado. Aquellos 10 hermanos ya habían sido perdonados por José, pero el único que estaba libre era el mismo José, y ellos vivían en su misma celda de culpa y remordimiento, a pesar de su dureza de corazón.

Y por último, con sus palabras reconoce que Dios le dio la oportunidad de estar en el lugar de autoridad donde estaba. No les dijo: ¡yo me esforcé y lo logré! ¡yo sabía que podía hacerlo! No. Estamos muy acostumbrados a escuchar esas palabras, destinadas en especial para adolescentes y jóvenes, pero la verdadera razón del éxito en la vida, José la expresa con total claridad: Dios me trajo acá. Dios me puso en este lugar. Dios me puso por padre de Faraón. ¡Esa es una frase única en la historia de la humanidad! ¿Quién podría haber dicho semejante cosa? Y era real. Faraón no tomaba decisiones sin consultar a José. A diferencia de la mayoría de autoridades, José no se sintió el super hombre. No se llenó de vanagloria ni orgullo, sino que sabía que Dios lo había puesto ahí, y para hacer las cosas bien por todos, debía seguir teniendo aun mayor contacto con su Dios a diario para continuar teniendo su guía perfecta. Esa es la receta del éxito en la vida.

¡Con razón se quedaron duros esos muchachos! El hermano odiado no era solo el poderoso de Egipto, sino el maestro de vida más grande de todo lo que ellos habían escuchado en toda su vida.

  • ¿Qué palabras utilizas en tu vida diaria?
  • Tómate un rato y detente en cada uno de los cinco ejemplos de las palabras de José y piensa de que manera lo podrían incorporar en tu vida y en tus palabras.

Oremos:

Querido Padre Dios, ¡que maravilloso eres! Me asombro cada día de la manera en que obras y de lo que haces en las personas que desean ser tus siervos de corazón. Por eso deseo experimentar en mi corazón, mi actuar y mis palabras lo que experimentó José y ser una herramienta útil para tu gloria. En el nombre del Señor Jesús, Amén.