Día 41 (155) - Gn 46:1-7

1 Salió Israel con todo lo que tenía, y vino a Beerseba, y ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac. 2 Y habló Dios a Israel en visiones de noche, y dijo: Jacob, Jacob. Y él respondió: Heme aquí. 3 Y dijo: Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas de descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación. 4 Yo descenderé contigo a Egipto, y yo también te haré volver; y la mano de José cerrará tus ojos. 5 Y se levantó Jacob de Beerseba; y tomaron los hijos de Israel a su padre Jacob, y a sus niños, y a sus mujeres, en los carros que Faraón había enviado para llevarlo. 6 Y tomaron sus ganados, y sus bienes que habían adquirido en la tierra de Canaán, y vinieron a Egipto, Jacob y toda su descendencia consigo; 7 sus hijos, y los hijos de sus hijos consigo; sus hijas, y las hijas de sus hijos, y a toda su descendencia trajo consigo a Egipto.

Comenzamos el capítulo 46 de Génesis leyendo sobre un acontecimiento muy importante en la vida de Jacob. Ayer terminamos viendo como Jacob en principio luego fue Israel, al tomar la decisión correcta de dejar atrás las dudas y dirigirse hacia una nueva vida. 

Claramente, y espero no ser reiterativo, la vida de Jacob estuvo repetidamente condicionada por el actuar primero y luego buscar a Dios. Ahora estaba decidiendo ir a EGIPTO pero… ¡faltaba algo! Por eso el comienzo de este capítulo es tan importante. 

Dice que Israel, no Jacob, salió con lo que tenía y fue a Beerseba. Anteriormente vimos en la historia del abuelo Abraham que ese lugar es el lugar del pacto. Allí mismo Abraham había adorado a Dios. Israel ofreció en Beerseba sacrificios a Dios, pero literalmente dice que lo ofreció al Dios de su padre Isaac. Dios le había hablado cuando salió huyendo de su hermanos Esaú. Había peleado con Dios Hijo durante toda aquella noche en Peniel, y al ser bendecido fue liberada su alma. Pero… ¿Había adorado a Dios como su Dios? Que importante es la relación personal con Dios. Él desea el contacto directo con cada uno. Por supuesto que le agrada cuando intercedemos por alguien ante Él, pero se complace en la relación directa e íntima con él. Ahí es donde podemos descubrir la maravillosa persona de Dios.  

Y habló Dios a Israel en visión de noche. Y llamó Dios y dijo: Jacob, Jacob. ¡Uh! ¡Lo llamó Jacob! Si, el Jacob de la duda, el Jacob afligido. Y le dio palabras maravillosas que disiparon toda duda y aflicción. Ayer comparamos los nombres con el viejo y el nuevo hombre. Y como el viejo hombre siempre anda dando vueltas, Dios mismo fortaleció con sus promesas al anciano Jacob, diciendo que Él era el Dios de Isaac su padre, no tenga miedo de ir a Egipto, porque Él mismo iría con él, y allí mismo, en Egipto, haría de él una nación grande. En unas pocas palabras Dios le contó 400 años de historia. ¡Qué maravillosas son las palabras de Dios!

Primero le habló sobre las cosas que podían traer duda en el anciano Jacob, pero después fue la que tanto pesar le causó. Le dijo que Él mismo iría con él a Egipto, y que también lo haría volver. Alguien podría decir, ¿pero Jacob no murió en Egipto? Si, así es, por eso le dice que José  le cerrará los ojos. Lo que Dios le está diciendo, es que su cuerpo volvería a esa tierra. Estamos viendo que se habló del Dios de Isaac. Justamente eso muestra que Dios le había dicho a su padre que tenían que estar en esa tierra. 20 años Jacob pasó fuera de esa tierra huyendo por sus malas acciones, pero ahora al estar allí, ¿estaba bien irse a Egipto y dejar Canaán? Dios por eso le dice que vaya tranquilo, pues Él iría con él y lo volverá a traer, pero además podrás estar con José lo que te resta de vida. ¿Qué más podía pedir el anciano Jacob? Dios le dio todo lo que él necesitaba para pasar de la mejor manera los años que quedaban por delante, que luego veremos que contrariamente a lo que él pensó fueron 17 años de vida que Dios le dio. 

Entonces, ahora sí, Jacob se levantó con total seguridad dada por Dios hacia Egipto. Esta es la importancia de pasar tiempo con Dios, como vimos anteriormente: Él se muestra de una forma tan clara con todo aquel que lo busca de verdad.  Salió entonces él con toda la familia, hijos, mujeres, niños y toda la descendencia, camino a Egipto, con los carros que el Faraón le había mandado.

Esta parte de la historia de Israel es muy llamativa, pues Egipto siempre es símbolo del mundo en la Biblia. Entonces… ¿Dios está enviando a quienes iban a ser su pueblo al mundo? ¿No debían haberse quedado en la tierra prometida y reservada por Dios para ellos y su descendencia?

Siempre empezamos toda reflexión bajo el principio de que Dios jamás se equivoca. Por lo tanto tiene que haber alguna lección para aprender. Israel fue el pueblo elegido por Dios de todos los que existían en la antigüedad, de los cuales traería al Salvador. Luego de la venida del Salvador, Dios formó su pueblo con los aceptaron que el Salvador es Dios mismo y lo recibieron como tal. El pueblo de Dios, la iglesia, como Jesús lo dejó bien en claro, está en el mundo pero no pertenece ya más al  mundo. Pero ha sido mandado al mundo a ser testigo de Dios. En ese momento José era un testigo intachable del Dios de los cielos, el verdadero Dios, y Egipto podría tener en su propia tierra la evidencia del verdadero Dios obrando en su pueblo. 408 años después Israel saldría de Egipto, y muchos egipcios dejarían ese lugar y se irían a comprobar la poderosa mano de Dios. 

Los creyentes debemos buscar en Dios la guía en como y donde ser testigos de Jesús en el mundo, pero nunca debemos olvidar que ya no pertenecemos al mundo, sino que estamos aquí para dar testimonio de la verdad: Jesús.

  • ¿Tenes en claro el lugar que debemos ocupar en este mundo los que tenemos a Jesús en nuestra vida?
  • ¿cuál es tu opinión sobre el lugar que ocupa hoy la iglesia de Cristo en el mundo, en la práctica?
  • ¿Qué debería cambiar o intensificar?

Oremos:

Querido Padre Dios, gracias porque en cada página de la Biblia podemos extraer diferentes enseñanzas y desafíos para cada una de nuestras vidas. Ayúdanos cada día a tener en claro nuestro lugar y a poner nuestro empeño en cumplir la misión de ser testigos de tu Santo y Bendito nombre. En el nombre del Señor Jesús, Amén.