Día 46 (160) - Gn 47:27-31
27 Así habitó Israel en la tierra de Egipto, en la tierra de Gosén; y tomaron posesión de ella, y se aumentaron, y se multiplicaron en gran manera. 28 Y vivió Jacob en la tierra de Egipto diecisiete años; y fueron los días de Jacob, los años de su vida, ciento cuarenta y siete años. 29 Y llegaron los días de Israel para morir, y llamó a José su hijo, y le dijo: Si he hallado ahora gracia en tus ojos, te ruego que pongas tu mano debajo de mi muslo, y harás conmigo misericordia y verdad. Te ruego que no me entierres en Egipto. 30 Mas cuando duerma con mis padres, me llevarás de Egipto y me sepultarás en el sepulcro de ellos. Y José respondió: Haré como tú dices. 31 E Israel dijo: Júramelo. Y José le juró. Entonces Israel se inclinó sobre la cabecera de la cama.
Ayer quedamos en el momento en que José hizo todo lo que estaba a su alcance para que ninguna persona pase hambre, y fue haciendo diferentes tratos económicos para lograrlo. Al final de todo, la gente le agradeció a José por salvar la vida de todos. Que importante fue que Dios le avisara a Faraón lo que iba a pasar, pero no fue menos importante el hecho que haya alguien que interprete el sueño y también administrara la abundancia y el hambre de la manera que lo hizo José en ambos casos.
El relato de Génesis vuelve a hablar de Israel. Cuando debe decir algo particular habla de Jacob, pero cuando habla algo que lo puede evocar a Jacob pero se aplica a toda su familia y por ende su pueblo, o que tiene trascendencia para su pueblo, va a mencionar como Israel. Dice que Israel habitó en Gosén y se aumentaron, y se multiplicaron en gran manera. Es bueno remarcar que cada vez que el pueblo de Dios se multiplicó en gran manera, eso preocupó a los poderosos de esos momentos y fueron contra ellos en forma violenta. Mientras José esté, su testimonio íntegro mantenía sin peligro a su pueblo, pero después de José se iba a complicar mucho la convivencia con el poder egipcio, en este caso.
Jacob estuvo 17 años más viviendo en Egipto, aunque sus palabras al llegar fueron que ya podía partir a la eternidad con tranquilidad por haber visto a José. Dios le concedió a Jacob el mismo tiempo que había tenido a su hijo José en su casa al comienzo de la vida de este. Entonces vivió en total 147 años. Ya vimos que lo consideró poco comparado con su padre y abuelo. Ya hemos visto también como después del diluvio fueron bajando los años de vida por el cambio climático causado por ese, y como llegaría a los 120 años según el capítulo 6.
Dice que cuando Israel creyó que era el tiempo de morir llamó a José. Lo primero que le pidió fue que hiciera un juramento. Para ese tipo de juramento se pedía al que jurara que pusiera la mano debajo del muslo. Se cree que esa frase no se refiere exactamente al muslo, sino a la zona genital. A diferencia de lo que se podría entender en la actualidad un gesto así, en la antigüedad simbolizaba un pacto profundo, que ponía en juego y como testigos a la descendencia, y por eso se cree que se hacía apoyando la mano sobre esa parte del cuerpo. Le pidió que no enterrara su cuerpo en Egipto, sino que cuando muera, le solicitó que lo lleve a Canaán. José se lo juró. Es importante recordar que 17 años antes, al salir Jacob hacia Egipto y pasar a adorar a Dios en Beerseba, Dios le dijo que vaya tranquilo a Egipto, porque volvería a Canaán, y le aseguró que su hijo José cerraría sus ojos. En su momento aclaramos que lo que Dios le quería decir, fue que su cuerpo volvería a Canaán y podría pasar el resto de su vida junto a José y el mismo se encargaría de todo. Y así fue, pues Dios jamás se equivoca.
El capítulo 47 termina diciendo que Israel se inclinó sobre la cabecera de su cama, es decir, se acostó. Ya podía quedarse tranquilo pues confiaba, no solo por haber puesto la mano debajo de su muslo, sino porque confiaba en que José iba a cumplir sin dudar.
Jesús se refirió a los juramentos. En Mateo 5 dice: 33 Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. 34 Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. 36 Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. 37 Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
Perjurar es mentir bajo juramento. Es usar el nombre de Dios para mentir, algo terrible, aunque hoy muchos mienten usando el nombre de Dios. Cada uno dará cuenta de lo que hace usando a Dios. Pero lo que Jesús quiso decir es que no debe tener que hacer falta jurar. El abuelo Abraham había hecho jurar al siervo cuando fue a buscar una esposa al papá Isaac, y ahora Israel también lo hacía con su hijo. Cuatro generaciones se juraron compromiso para que la voluntad de Dios se cumpla, o para que se cumpla lo que Dios anticipó que pasaría. Pero para nosotros Jesús nos dice que nuestras palabras deben ser verdaderas y que no haya necesidad de jurar para que alguien nos crea. Dijo que en principio no tenemos que jurar pues no podemos obligar a Dios a cumplir si no es su voluntad, y nosotros no tenemos el poder para estar seguro de poder cumplir. Por eso dijo que nuestro sí, sea sí, y vuestro no, sea no. Podemos aplicarlo de dos maneras. La primera es que solo afirmemos lo verdadero, que digamos sí a lo que es real y no a lo que no lo es. Pero también puede hacer referencia a que no digamos que si a lo que no podremos hacer, y no digamos que no a lo que podemos hacer.
- ¿Sueles jurar? ¿Por qué lo haces?
- ¿Dices la verdad generalmente?
- ¿Eres una persona creíble?
Oremos:
Querido Padre Dios, gracias porque va avanzando la historia de Génesis y sigo aprendiendo los principios que nos dejaste escrito para nuestra vida. Hoy entiendo que mi palabra tiene que ser veraz y despertar confianza en los demás como testimonio de que soy un hijo tuyo. Ayúdame a cada día lograrlo y poder ser luz en un mundo que está tan acostumbrado a mentir. En el nombre del Señor Jesús, Amén.