Día 5 (119) - Gn 37:26-36

25 Luego se sentaron a comer. En esto, al alzar la vista, vieron una compañía de ismaelitas que venía de Galaad, con camellos cargados de aromas, bálsamo y mirra, que llevaban a Egipto. 26 Entonces Judá dijo a sus hermanos: —¿Qué vamos a ganar con matar a nuestro hermano y ocultar su muerte? 27 Venid y vendámoslo a los ismaelitas; pero no le pongamos las manos encima, porque es nuestro hermano, nuestra propia carne. Y sus hermanos convinieron con él. 28 Cuando pasaban los mercaderes madianitas, sacaron ellos a José de la cisterna, lo trajeron arriba y lo vendieron a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Y estos se llevaron a José a Egipto. 29 Después Rubén volvió a la cisterna y, al no hallar dentro a José, rasgó sus vestidos. 30 Luego volvió a sus hermanos y dijo: —El joven no aparece; y yo, ¿adónde iré yo? 31 Entonces tomaron ellos la túnica de José, degollaron un cabrito del rebaño y tiñeron la túnica con la sangre. 32 Enviaron la túnica de colores a su padre, con este mensaje: «Esto hemos hallado; reconoce ahora si es o no la túnica de tu hijo.» 33 Cuando él la reconoció, dijo: «Es la túnica de mi hijo; alguna mala bestia lo devoró; José ha sido despedazado.» 34 Entonces Jacob rasgó sus vestidos, se puso ropa áspera sobre su cintura y guardó luto por su hijo durante muchos días. 35 Se levantaron todos sus hijos y todas sus hijas para consolarlo, pero él no quiso recibir consuelo, diciendo: «¡Descenderé enlutado junto a mi hijo hasta el seol!» Y lo lloró su padre. 36 En Egipto, los madianitas lo vendieron a Potifar, oficial del faraón y capitán de la guardia. Génesis 37:25-36

Ayer hemos estado viendo como los hermanos de José pensaron en matarlo cuando estaba llegando a Dotán. Pero por intervención de Rubén no lo hicieron. Entonces le quitaron la túnica de colores y lo arrojaron a una cisterna. Luego de todo eso se pusieron a comer.

Cuando estaban comiendo vieron que venía una caravana de ismaelitas, es decir, descendientes de Ismael, el hermano mayor del abuelo Isaac. Podemos notar que los descendientes de Ismael en pocos años se dedicaban al tráfico y venta de personas como esclavos. Eran una especie de primos lejanos. Dice la Biblia que venían de Galaad e iban para Egipto.

En ese momento uno de los hermanos volvió a ser un “ser pensante, amigable y reflexivo” pues dijo a sus hermanos: José es nuestro hermano, nuestra propia sangre, no pongamos nuestra mano sobre él. Ese fue Judá. ¿Había Judá cambiado? ¿Se habría arrepentido de todo lo que había hecho a su hermanito? No nos hagamos falsas ilusiones. Éstos hombres no tomaban decisiones que aparentaban ser buenas sin perseguir algún interés personal. Lo que estaba haciendo era ablandar a los otros hermanos para convencerlos fácilmente de lo que quería proponer. ¡Su idea era genial! Mataría dos pájaros de un tiro, como se dice por ahí. Se sacaría a José de encima para siempre y no tendría que ensuciar sus manos con la sangre de José. La idea fue venderlo a la caravana de ismaelitas. Y así lo hicieron por veinte piezas de plata.

Fueron a la cisterna donde estaba José y lo sacaron de la misma. ¿Qué estaría pensando José? ¿Qué le dirían sus hermanos mientras tanto? ¿Le habrán dicho burlándose que los perdonaran para crear la falsa expectativa de que lo iban a mandar de vuelta a casa? No sabemos que pasó ese momento pero de seguro que nadie le importó contemplar el semblante desencajado de José, mirando como las cosas se hacían y deseando despertar de esa pesadilla tan terrible. Pero no era un sueño. Era lo que en realidad estaba pasando. Estaba perdiendo la libertad. Estaba perdiendo la oportunidad de decidir de ahora en más. Ahora iba a ser llevado entre cadenas a una ciudad lejana, a Egipto, para ser vendido como se vende una oveja o un cordero.

Al rato llegó Rubén, y fue a la cisterna para liberar a José, pero él ya no estaba. Primero rasgó sus vestidos, sus túnicas. (Rasgando sus vestimenta expresaban emociones intensas, como desesperación, dolor, humillación, ira o tristeza.) Luego fue a sus hermanos y les dijo dos cosas. Lo primero fue: “el joven no parece”, es decir, no está. No está donde yo lo dejé. Y lo segundo fue una pregunta: ¿adónde iré yo?. ¿Qué quiso decir? ¿Qué no podría volver a su casa y mirar a la cara a su padre? ¿Qué la última esperanza de no perder la primogenitura se había esfumado?

Pero ahora iban a trabajar juntos. Antes Rubén estaba en desacuerdo con sus hermanos. Ahora juntos pusieron en marcha el plan retorno. Había que volver a casa. Entonces tomaron la túnica de colores de José, y mataron un cabrito y con su sangre mancharon toda la túnica. Luego fueron a la casa y se la llevaron a Jacob y les dijeron que la habían encontrado, y le pidieron que reconozca si era la túnica de José. Realmente llama la atención con la frialdad en que actuaban cuando hacían las cosas, y de las peores. Ir de esa manera a su padre anciano, simular de esa forma tan vil y dejar que él haga la conjetura. Ellos en un principio habían pensado en decir eso a su padre, pero ahora el mismo Jacob es el que dice que una fiera salvaje habrá atacado y matado a José.

Ahora es Jacob quién rasga sus vestiduras. Pero no fue igual que Rubén. Jacob además se puso cilicio y guardó luto por su hijo muchos días. ( El cilicio era una tela áspera, generalmente hecha de pelo de cabra, de color negro. Este mismo material se utilizaba para la fabricación de sacos o costales. En los tiempos bíblicos, se vestían de cilicio como una expresión de duelo, desastres personales o de la nación, tribu o una familia. Esto era una expresión de dolor y sufrimiento. También se utilizaba como penitencia por los pecados cometidos y se aplicaba para pedir misericordia o plegaria especial solicitando perdón. ) En Jacob había una mezcla terrible. Por un lado el duelo por la muerte de José, (al menos era lo que él pensaba que había pasado) y por el otro la carga terrible de que él mismo lo había mandado. Nadie en la familia pudo consolar el corazón de Jacob, pues su hijo amado ya no estaba más.

Siempre cuando veo esta parte de la historia viene a mi mente el momento en que nuestro Salvador entregó su vida por nosotros. Jacob sufría por el desconocimiento, pero Dios pasó por el mismo sentir con pleno conocimiento, pues el mismo pudo ver desde los cielos a su Hijo amado morir por aquellos que lo habían rechazado. Sus propios hermanos lo rechazaron. Dice Juan 1: "11 A lo suyo vino, pero los suyos no lo recibieron. 12 Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios". Jesús y el Padre hicieron todo por amor a cada uno de nosotros.

  • ¿Qué pasa por tu corazón al pensar que Dios y su Hijo Jesús tuvieron que soportar tanto dolor por amor a vos?

Oración:

Querido Dios Padre, gracias por el amor que has tenido por mi. Es maravilloso cada vez que me detengo a ver todo lo que has hecho por mi. ¿quién soy yo para merecer todo eso? Gracias Señor por todo lo que hiciste por mi. En el nombre del Señor Jesús, Amén.