Día 26 (52) - Gn 22:1-4

Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. 2 Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. 3 Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo. 4 Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos. Génesis 22:1-4

Ayer empezamos a leer un capítulo que realmente sobresale por encima de los demás. Toda la Palabra de Dios es maravillosa, cada parte es el sabio consejo del Autor del universo, pero éste capítulo tiene una esencia increíble. La Biblia de principio a fin está impregnada de Dios, pero en algunos pasajes toma una profundad tal que excede lo que podamos entender. En esos capítulos, nos podemos preguntar, ¿por qué toma tal profundidad? y creo que la respuesta está en que se está revelando la obra más maravillosa que Dios ha querido hacer. 

El hecho de crear el universo de la nada, muestra el poder indescriptible de Dios, pero Su entrega por salvar a la humanidad, muestra su amor indescriptible. Ayer pudimos comenzar pensando en que Abraham se había equivocado y mucho. Su fe seguía estando en Dios, pero su humanidad estaba en constante altibajo en cuanto a actuar justamente en toda ocasión.  Y llegamos a este capítulo donde comenzó diciendo que Dios probó a Abraham. Es maravilloso ver en la Palabra de Dios, que él no tienta, él no nos lleva hacía al mal, no, pues el es perfecto, pero prueba nuestras vidas, no para saber si somos fieles o no, pues todo lo sabe y no lo necesita hacer por eso, pero somos nosotros los que tenemos que darnos cuenta de cuantas bendiciones perdemos por no conducirnos justamente delante de Dios. (Ya hemos visto que es ir delante de Dios) 

Entonces Dios le pide lo más precioso, lo más valioso, lo que no era superado por nada en la vida de Abraham. ¿Qué era? Su hijo Isaac. Pero no era que lo consagre a su servicio, o que lo ponga en el templo a servir día tras día, (de hecho no había templo aún)  como pasó mucho tiempo después con Samuel, sino que le pidió que se lo entregue en sacrificio.

Le dijo que tome a su hijo, su único. Podemos pensar que Isaac no era el único hijo, pero como ya hemos visto, Isaac era el único hijo de la promesa, e Isaac era el único hijo en el cual se iba a cumplir el plan de Dios anunciado unos 55 años antes. En cada oportunidad que Abraham falló, se había olvidado de las promesas de Dios. ¿Lo haría ahora nuevamente? ¿Perdería otra vez la bendición de Dios?

Le dijo que lleve a su hijo hasta la tierra de  Moriah y que allí le indicaría en que monte lo tenía que entregar. Otra vez Dios le pide que vaya a un lugar sin decirle donde exactamente, como sucedió desde el principio de la historia. Eso hacía que constantemente Abraham esté esperando la indicación de Dios. 

Cuando llegue a la tierra de Moriah y se le indique el monte, le dijo que allí haga un holocausto con su hijo. No le dijo que juntos hagan el holocausto, sino que use a su hijo de holocausto. Usted puede investigar como era el procedimiento del holocausto, el cual Abraham había hecho muchas veces, pero ahora tenía que hacerlo usando a su amado hijo, y podemos decir en pocas palabras que se debía poner las manos sobre el animal, luego degollarlo y por último quemarlo completamente.

Eso significaba que debía sacrificar a su hijo que había esperado durante 25 años y habían recibido como un verdadero milagro de Dios.

El lugar a donde debían llegar estaba a tres días de camino. ¡Cuántas horas caminando y en medio del silencio del deshabitado casi desierto! ¡Cuántas horas pensando en lo que Dios le había pedido! Sin lugar a dudas Abraham estaba enfrentando la prueba más grande de toda su vida. Había sido una dura decisión el dejar su casa y su parentela. Había sido duro todo el camino recorrido hasta llegar al lugar que Dios lo estaba llevando a 2000 km de distancia. Había sido difícil los 25 años de espera para que se cumpliese la promesa. Pero ninguno de esos momentos habían sido tan difíciles para Abraham como aquellos tres días. Cada vez que giraría su cabeza podía contemplar a su hijo, a Isaac. Tantos planes para hacer juntos, tantas cosas enseñadas durante todos esos años, tantas noches contemplando juntos las estrellas para recordar la promesa de Dios, y ahora Dios le pide que lo sacrifique. Cada conversación entre ellos durante esos días de caminar y caminar, o tal vez el silencio total. Por un lado el deseo de llegar para cumplir con la voluntad de Dios y terminar con el peso enorme que tenía que soportar su mente y emociones, pero por el otro la de no llegar jamás para no tener que entregar la vida de su hijo. Él lo tenía que llevar, él lo tenía que entregar, él lo tendría que sacrificar, él lo tendría que consumir en fuego.

Cada hora que pasaba, cada minuto, cada segundo, no podía dejar de golpear su corazón la idea de tener que ejecutar la orden más dura e incomprensible que jamás un ser humano escuchó de Dios. ¿Cómo poder entender que ésa persona que tantas veces mostró su amor y poder durante los últimos 55 años de la vida de Abraham ahora pidiera semejante cosa? Aun así cada instante seguía acompañado de un paso que lo acercaba cada vez más al lugar donde tenía que entregar la ofrenda. Por un instante… imagina que vos sos Abraham. ¿Cómo te hubieses sentido? ¿Qué habrías hecho? ¿Qué hubieras dicho? Es muy difícil poder imaginar todo eso. Pero si nos damos cuenta de que en ese momento no había nada en este mundo que pudiese atraer su atención.

Esta historia en la Biblia nos trata de demostrar cómo se siente un padre al tener que entregar a su hijo, y así poder entender como Dios Padre se sintió al tener que entregar a su Hijo Jesús para que vos y yo pudiésemos ser salvos. Poder comprender lo que Jesús sintió al tener que ser abandonado por su Padre para que la justicia de Dios que nosotros merecíamos cayera sobre él mismo. El dolor del Padre por entregar a su Hijo y el dolor del Hijo al cargar todos mis pecados y los tuyos. 

Realmente deseo caer de rodillas ante él y darle las gracias de todo corazón por haber pensado en mi, aunque eso le trajo semejante sufrimiento.

  • ¿Qué sientes al pensar en el dolor de Dios Padre y Jesús para salvarte?

Oración:

Querido Dios… no tengo palabras para agradecerte lo has hecho por mi. Hoy no deseo pedirte nada, solo agradecer tu amor. En el nombre del Señor Jesús, Amén.