Día 27 (53) - Gn 22:4-5

4 Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos. 5 Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros. Génesis 22:4-5

Ayer estuvimos recorriendo un poco el camino que Abraham, Isaac y sus siervos tuvieron que transitar por tres largos días. ¿Largos? ¿No tienen todos los días 24 horas? Si, claro. Pero el hecho del dolor que invadía el corazón de Abraham, hacía que ese camino y cada hora se volviera interminable. No hay que ignorar, además, que Dios le había dado el pedido a Abraham personalmente y nadie más sabía. Seguía guardando en lo profundo de su corazón la verdadera razón de aquel viaje. No sabemos si Sara sabía lo que Dios había pedido, pero si conocemos que nadie más tenía información real de cuál debía ser el sacrificio en el lugar de destino. ¿Cuantas veces tenemos vivencias que llenan de preocupación nuestras vidas?. En esos momentos deseamos tener a alguien con quien compartir nuestras cargas. Aunque ésa persona posiblemente no podrá solucionar nuestro problema, nos sentimos como que la carga se comparte y contamos con el apoyo anímico y nos parece que aunque la carga sigue pero aparenta ser un poquito más liviana. Pero esa no fue una opción para Abraham. Con el único que podía contar en esos tres largos días era Dios. Y el único momento dónde podría abrir su corazón y volcar su carga sobre su Señor, era en el momento en que Isaac dormía en la noche, ya que en el día había que aprovechar para avanzar, y eso hacía que su tiempo de descanso sea menor que lo que necesitaba para recobrar fuerzas.

En un momento del tercer día pudo ver a lo lejos el lugar que Dios le había indicado… la hora había llegado de cumplir con la dura tarea que Dios le había encomendado. No era un instante para dudar, ya en su corazón había tomado la firme decisión de obedecer a Dios, cueste lo que cueste, aunque tenga que entregar lo más valioso para él. Es importante parar en este momento de la historia y meditar sobre las decisiones. ¿Cómo pudo Abraham, ante el imponente monte, ante la idea de que allí tenía que levantar el cuchillo y degollar a su amado hijo, seguir adelante? Seguramente no fue una decisión tomada en ese momento. Las decisiones importantes de la vida hay que tomarlas delante de Dios en el mismo momento en que Dios nos indica que hacer. La primera decisión debe ser: voy a obedecer, sea como sea, y continuamente voy a buscar la ayuda y las fuerzas de Dios. No me refiero a las promesas emocionales que le podemos hacer al Señor. Muchas veces en ciertos momentos, en medio de un ambiente propicio, como un campamento o una conferencia especial, suele haber personas que prometen llevarse el mundo por delante. ¿Te acuerdas el ejemplo de Pedro? El dijo que iría con Jesús hasta la misma muerte, y a las pocas horas lo negó tres veces. ¿Qué sucedió? ¿En que falló? En que no buscó la voluntad de Dios, Jesús no le pidió que vaya con el hasta la muerte, sino que puso en primer lugar su impulsividad y se confió en sus propias fuerzas. Dios iba a usar ese carácter y fuerzas, pero a Su manera. Desde el primer momento en que recibió la orden de parte de Dios Abraham propuso en su corazón: “ésta vez se harán las cosas a la manera de Dios, no a la manera de Abraham”.

Fue entonces que Abraham dijo a los siervos que los habían acompañado a lo largo de esos tres días: “esperen acá. Tengan y cuiden al asno que yo y el muchacho iremos hasta allí, y adoraremos, y volveremos.”

Es notable que siempre habla en plural. ¿No habrá querido que los siervos se enteren y mintió? ¿O tenía la firme seguridad que iba a cumplir la voluntad de Dios y Dios volvería a hacer un milagro? En Hebreos 11 podemos leer : 17 Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, 18 habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; 19 pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.” Sin lugar a duda tenía esa firme seguridad y no mintió al hablar a los siervos… Pero… aún así… el camino se hacía hacia arriba y su corazón cada vez latía con mayor intensidad ante el desafío de cumplir la incomprensible orden de Dios. Dos cosas importantes a tener en cuenta en ese momento. Uno es que estaba seguro que tendría que matar a su hijo y ese sería el precio de la adoración. Segundo que la verdadera adoración es un verdadero sacrificio de alabanza. Muchas veces alabo a Dios por lo que ha hecho por mi, pero lo adoro cuando en obediencia en mis acciones reconozco que Él es Dios y mi Señor o Amo. "Dios me pide la vida de mi hijo, y yo se la voy a dar. Él es el hijo de la promesa, asique de alguna forma Dios lo va a devolver a la vida". Ese fue el razonamiento de Abraham. 

Desde el cielo había alguien que observaba con extrema atención y al mismo tiempo fortalecía la fe y el ánimo de Abraham. Realmente conmueve mi corazón al pensar que esa persona era la misma que varios años antes había visitado a Abraham y le había dicho que Sara iba a tener a Isaac. Pero hay un dato que quiero compartir con vos y por eso te pido atención…. Esa misma persona, Dios Hijo, Jesús, 1950 años después iba a subir a ese mismo monte cargando una cruz. Si. El lugar donde Abraham tenía que ofrecer a su hijo fue el mismo donde Dios entregó a Su Hijo por mi y por vos. ¿Qué habrá sentido Jesús en ese momento sabiendo que él mismo se entregaría allí? Sentía la pasión de querer venir a obedecer a Dios Padre y salvarnos.

  • ¿Te sientes hoy motivado a obedecer a Dios? Propóntelo ahora mismo en tu corazón y pídele a Dios que te muestre lo que quiere de vos.

Oración:

Querido Dios Padre. Gracias. Gracias por tu amor tan pero tan grande mostrado por mi en ese monte. Ayúdame a entender lo que has hecho por mi y dame fuerzas para cumplir tu voluntad, como Abraham, y como Jesús lo hizo por mi. En el nombre del Señor Jesús, Amén.