Día 9 (35) - Gn 15:1-7

Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande. 2 Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? 3 Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. 4 Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. 5 Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. 6 Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia. 7 Y le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra. Génesis 15:1-7

La porción de hoy continua luego de lo visto ayer con que vino palabra de Jehová en visión y le dijo que no temiera. Pero… ¿por qué se lo dijo? Había enfrentado a cuatro reyes y los había atacado de noche y había recatado a Lot y todo lo suyo… ¿De que iba a temer? La Palabra de Dios presenta reiteradamente a Dios dando aliento a sus siervos y apoyándolos en todo e instándoles a no tener miedo. Dios sabe que tenemos momentos donde somos más que vencedores, donde nos llevamos al mundo por delante, pero la presión del mal, las relaciones interpersonales, los malos tratos de las otras personas y tantas cosas más de este mundo hace que bajemos nuestra mirada y nos olvidemos de quién dependemos. ¿Te acuerdas de Pedro caminando sobre el mar? Así; igualmente.

Dios lo alienta de dos maneras:

Primero le dice que es su escudo. Un escudo es el elemento principal de defensa de un soldado. Dios le dice que Él es su escudo. ¡Que maravilloso es pensar que Dios es nuestro escudo! Eso significa que nada puede afectarnos, salvo que Él, por nuestro bien, lo permita. Él es escudo a nuestro desánimo, a nuestros problemas económicos, a nuestros problemas de relación, a los dardos del maligno. El escudo, además, es parte de la armadura que Dios nos da. Ese escudo, según Efesios 6, es el escudo de la fe, que debe ser llevado sobre todo, y esa fe puesta en Dios es directamente la protección del mismo Dios. Por eso Dios comienza haciendo recordar que Él es su protector, como bien lo marcó ayer Melquisedec.

Lo segundo que le dice es que será en sobremanera grande el galardón, el premio, que tendrá. Podemos leer en Hebreos 11:6 donde dice: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” 2000 años antes Dios está afirmando que Él es quien galardonará a aquellos que por fe se acercan a Él. ¿Qué más podemos necesitar para nuestras vidas? ¿Qué objetivo más sublime puede haber en la existencia humana?  ¡Dios es nuestro escudo y galardonador!

La historia de Abram continúa y los años seguían pasando y ya se acercaba a los 90 años y había una promesa de Dios que no se había cumplido aún: el de tener un hijo. Ya Abram y su mujer eran muy viejos y no podían tener un bebé. Entonces Abram habló a Dios y le preguntó por esa promesa. Le planteó a Dios sobre si el heredero sería el hijo de su siervo Eliezer, al cual mencionamos ayer. Era costumbre, en aquellos tiempos, que cuando el amo no tenía descendencia que herede, lo hacía el hijo mayor de su mayordomo o siervo con mayor cantidad de años de servicio en su casa, además ese heredero tendría que haber nacido en esa casa.

Dios le respondió que no sería el hijo de su siervo el heredero, y le dijo que vaya afuera de su carpa donde vivía. Cuando Abram salió, Dios le dijo que mirase para arriba. En ese momento era de noche. El cielo estaba lleno de estrellas. Dios le dijo a Abram que las cuente. ¿Has alguna vez contado las estrellas? Los científicos dicen que son millones de millones de millones. ¡Muchísimas! ¡Incontables! Cuando estamos en una ciudad no podemos apreciar el firmamento, pero si vamos a un lugar alejado, fuera de toda contaminación lumínica, podemos sentir que nos caemos hacia atrás por el impacto de tan grande cantidad de lumbreras en lo alto.

Dios le dijo a Abram que así sería su descendencia. Aunque Abram era muy anciano y su esposa Sarai también, Abram creyó lo que Dios le dijo. Es decir, Abram no solo creía en Dios, sino que también le creía a Dios.

Mucha gente cree en Dios, pero no le cree a Dios. Hasta le pide cosas orando cuando tiene necesidad, pero no hace lo que Dios le pide por su bien. Creen en Dios pero no le creen a Dios. Acá nos tenemos que hacer esa pregunta. ¿Cuántas veces escuchas de Dios constantemente?, pero…. ¿Crees en Dios? ¿Le crees a Dios? 

El Señor Jesús dijo en Juan 14:1: “ No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.”   Creer en Dios significa que tengo fe que Él existe. Creer en el Señor Jesucristo, es tener fe que Jesús es Dios y es el único que me puede llevar a Dios. En Juan 14:6 dice: “ Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” Pero creerle a Dios significa que entiendo que lo que Dios dice es lo mejor para mi vida y lo quiero hacer.  Es decir, para poder ir al cielo, necesito confesar mis pecados a Jesús, pedirle perdón por ellos y aceptarlo como mi Salvador personal.  Abram podía responder que sí a las dos preguntas. Por eso trató de cumplir la voluntad de Dios y Dios la cumplió en Abram y Sarai.

Dios le dijo a Abram: yo soy Jehová el que te saqué de Ur para darte esta tierra por heredad, como dice Génesis 15:7. Hoy Dios te dice: Yo soy Dios, que mandé a mi Hijo a morir por vos para darte la vida eterna por heredad. ¿Le crees a Dios? Hoy, solo creyendo, puedes hacer propia esa hermosa promesa que Dios cumplirá en vos, la promesa de la vida eterna.

  • Menciona alguna promesa que Dios le prometió a Abram.

  • Menciona al menos una promesa que Dios te promete a vos.

Oración:

Querido Dios, gracias por tus promesas. Gracias porque siempre las cumples. Gracias por la vida eterna que me has dado desde que recibí al Señor Jesús en mi corazón. Ayúdame a no solo creer en ti, sino también a creerte a ti. En el nombre de Jesús, Amén.