Día 16
¡Hola! Bienvenido a la serie “Os ha nacido”, día 16.
Hasta ayer, por varios días, estuvimos viendo el diálogo de María con Gabriel. Lo último que él le dijo, fue sobre su pariente Elisabet que ya estaba cursando el sexto mes de embarazo.
El relato de Lucas continúa diciendo que en esos días, luego del encuentro con Gabriel, fue a la montaña, a una ciudad de Judá que no describe cual es, a visitar a su parienta que a pesar de su avanzada edad y su esterilidad, estaba disfrutando del milagro hecho por Dios, anunciado también por Gabriel.
Cuando llegó a la casa de Zacarías, entró en ella y se encontró con Elisabet y la saludo. El saludo tradicional de los judíos era, y sigue siendo aún, “Shalom” que significa “paz”. También se utilizaba “Shalom aleijem” que significa “la paz sea con vosotros”. Muchas veces saludamos y usamos palabras de costumbre, pero que lindo es cuando podemos usar esas palabras habituales pero que realmente se mencionan con el deseo de que tenga salud o paz al que le saludamos, y que es un verdadero deseo.
Ese saludo habrá sido muy particular, no solo porque se ve que no se veían por más de seis meses, sino que ambas estaban pasando el momento más especial de sus vidas. Ambas tenían un desafió muy grande, pero al mismo tiempo podían disfrutar del poder de Dios y el milagro que había hecho en cada una.
Ante ese saludo pasó algo muy especial en Elisabet. Lucas escribe en el capítulo 1: 41Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, 42 y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. 43 ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? 44 Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
Este pasaje de la Biblia, inspirado por Dios en Lucas, describe la percepción de un bebé en el sexto mes de desarrollo fetal. De alguna manera el pequeño Juan, en el vientre de su madre, reaccionó ante la voz de María. Ella no era reconocida por él, pero Dios, que venía haciendo grandes cosas, hace que aquel, aún siendo tan pequeño, pueda reaccionar ante la presencia de aquella que muy pocos días antes había concebido del Espíritu Santo, nada más y nada menos que al Salvador de mundo.
El Espíritu Santo se sigue mencionado en todos estos acontecimientos, ocupando un lugar importantísimo en el desarrollo del plan de Dios para salvar a la humanidad. Aquí lo que hace es llenar a Elisabet. Según la enseñanza de la Palabra de Dios, eso se lleva a cabo cuando vaciamos nuestra vida de acciones contrarias a Dios y dejamos que él nos llene completamente. Pablo en Efesios 5:18 habla del tema e indica una vida con cosas comunes que agradan a Dios.
También podemos apreciar que cuando Elisabet es llena del Espíritu Santo, puede ser controlada por él y expresar de buena manera lo que el Espíritu le lleva a decir y reconoce que esa que la saluda no es simplemente su parienta, sino “La madre de su Señor”, y puede interpretarlo pues considera que su bebé había reaccionado así ante ella.
En Isaías 11:2 dice: Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Ese versículo está hablando del Mesías, pero se puede aplicar a lo hermosa que es la obra del Espíritu Santo cuando reposa en la vida de una persona, destacando que reposar no es simplemente llegar a esa persona, sino, como ese término significa en el antiguo testamento, es que disfruta el estar ahí. Un ejemplo muy hermoso de esa palabra, es cuando Moisés escribe en Génesis 2 que Dios “reposó” el séptimo día, es decir que Dios ¿descansó? No , Dios no se cansa. Lo que hizo Dios fue disfrutar de todo lo que había creado, que era bueno en gran manera. Y disfrutar es hacer uso de los frutos que se alcanzaron. ¡Hermosos significados!!
Por lo tanto cuando reposa en la persona, porque está cómodo en ella, dará a su espíritu humano: sabiduría con inteligencia, consejo con poder y conocimiento con temor de Jehová. ¡Es maravillosa su obra!
Así lo vivió Elisabet en aquel día, cuando su Señor entró en su casa en el vientre de su mamá María, y pudo expresar bendiciones, pero no por cumplido o ser cordial, sino porque salió de lo profundo de un corazón lleno del Espíritu de Dios.
Y va a terminar sus palabras de bienvenida diciendo: “bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor.”
¡Que feliz es quién cree en la Palabra de Dios! En él se cumplirá todo lo que Él ha prometido.
De la misma manera que aquellas mujeres pasaron ese momento tan especial, Dios tiene también planes maravillosos para nosotros y para ser de bendición también a otros. Pero para eso debemos creer en su palabra, vaciarnos de nosotros mismos y dejar que él nos llene con su Espíritu, y llevar vidas justas para que Él esté cómodo en nuestro interior.
¿Oramos?
Querido Padre Dios, gracias porque nos has amado tanto que enviaste a tu Hijo Jesús al mundo poniéndolo en el vientre de María. Pero también deseas llenarme con tu Espíritu. Gracias porque él está en mi desde que acepté a Jesús como Salvador personal, pero es tu deseo que sea totalmente lleno de él. Quiero vaciarme de mi, para llenarme de ti. Ayúdame a vivir una vida santa para que tu Espíritu pueda estar cómodo y puedas cumplir tu plan en mí, como lo hiciste con Elisabet y María. En el nombre del Señor Jesús, Amén.