Día 17
¡Hola! Bienvenido a la serie “Os ha nacido”, día 17.
Ayer estuvimos viendo sobre el encuentro de María con Elisabet. Dos mujeres que habían experimentado cosas milagrosas en su vidas. El Espíritu Santo había obrado de manera maravillosa porque allí hubo dos corazones dispuestos a hacer la voluntad de Dios.
Luego Lucas va a contar las palabras mencionadas por María, en lo que se conoce como el Magnificat, aunque muchas veces no se toma competo lo que ella expresó. Ya he dicho que entiendo que la Palabra de Dios me pide que sea respetuoso con los demás, aun con los que piensan las cosas diferentes a lo que entendemos que expresan las verdades divinas. El apóstol Pedro escribe inspirado por Dios en 1 Pedro 3:15: “sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros;” Ante las diferencias que puedan aparecer en la interpretación del texto bíblico, o las que podemos afirmar como equivocadas, Pedro no nos llama a pelear ni criticar, en el mal sentido, sino a presentar defensa, a fundamentar lo que por la obra del Espíritu Santo enseñándonos, hemos aprendido y entendido. Pero siempre con mansedumbre y reverencia.
Un caso muy importante es el de María, y ella misma, llena del Espíritu Santo, como ya leímos, deja claramente en palabras lo que había en su corazón.
En Lucas 1:46 podemos leer: “Engrandece mi alma al Señor; 47 Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.” Comienza diciendo que lo que expresa sale de su alma, no son solo sentimientos o estados de ánimo, sino sale una verdadera adoración hacia Dios, como 30 años después Jesús diría a la mujer samaritana, de que Dios busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad. Dios era lo más grande para ella. Dios, a pesar del desafío que puso en sus manos, era el que llenó su vida de gozo, pues no solo se le presentó por medio de Gabriel, no solo hizo un milagro en ella como nunca más haría con persona alguna, sino que también le permitía tener el privilegio de ser usada para traer al mundo al Salvador, ¡Su Salvador! Esas palabras son maravillosas. Ella misma reconoce que necesitaba uno. ¿Por qué se necesita un Salvador? Porque a pesar de su pureza sexual y espiritual, ella sabía que había nacido en pecado, y cometido pecados, como cualquier otra persona. Este es un punto muy complicado para muchos. Sin ningún fundamento bíblico muchos sostienen que María también fue concebida sin pecado, por eso cada 8 de diciembre se festeja el día de la concepción inmaculada de María. Pero las escrituras, y las mismas palabras de ella muestran que no fue así.
Y hay un dato más que me llama la atención. El día 7 de estos estudios, hicimos una cuenta que veníamos llevando desde antes y según esos datos el 8 de diciembre fue el día en que Gabriel podría haber visitado a María. Bajo ese cálculo, que no podemos de ningún modo afirmar, ese día no debería celebrarse la concepción inmaculada de María, sino la concepción inmaculada de Jesús, pues en ella no hubo gametos humanos.
María continúa diciendo: Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. 49 Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre, 50 Y su misericordia es de generación en generación a los que le temen.
Sus palabras son maravillosas. Habla de bajeza de su sierva. Ella era una mujer ejemplar y expresa su bajeza. Eso no significa que había cometido grandes pecados o perversiones en su vida, sino que al estar tan cerca de Dios, que es perfecto, todas nuestras culpas, aunque nos parezcan pequeñas, se ven enormes. Es como cuando nos acercamos a una luz, y cuanto más nos acercamos más se notan las arrugas o manchas de nuestra ropa, que lejos de la luz pasan imperceptibles. María estaba experimentando lo que unas décadas después, quién creemos que fue el hijo de ella después de Jesús, Santiago, escribía en Santiago 4:10 “Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.” Y también Pedro en 1ra Pedro 5:6 escribe: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;”
Ya hemos visto que la grandeza de Jesús anunciada por Gabriel, tenía que ver con su entrega y humillarse hasta lo sumo, para llegar a la cruz y morir por nosotros.
Y puede también, María, hablar de las grandes cosas que Dios ha hecho en ella. No dice que Dios la hizo grande, sino que hizo grandes cosas en ella. Que pena es cuando las personas nos creemos grandes por lo que Dios nos ha dado. Creemos que somos superiores a los demás por merecerlo, y somos mejores espiritualmente. Eso es todo lo contrario a lo que María pensaba y Dios quiere que pensemos. No hay dejar de lado las palabras que aparecen al final de la frase: Y su misericordia es de generación en generación a los que le “temen”. Dios busca corazones que le teman. No que le tengan miedo, sino que tengan el temor reverente, para poder, como muchas veces hemos visto, usar nuestra vida para Su gloria.
¿Oramos?
Querido Padre Dios, cada vez que avanzamos más en la historia del nacimiento de Jesús, más podemos comprender tu amor y misericordia. Comprendemos que has dejado escrito el mensaje tan claro que demuestra que aunque eres el creador del universo con solo hablar, has querido humillarte hasta lo más bajo para morir en mi lugar. Hoy deseo engrandecer tu nombre, como lo hizo María, y agradecerte por ser mi Salvador, Y deseo que seas mi Señor. En el nombre del Señor Jesús, Amén.