25 de junio

Un misterio llamado Jesús

¡Hola! En estos días vimos las cosas más que misteriosas que hizo Jesús, sanando al criado del centurión a distancia y ayer resucitando al hijo de la viuda de Naín. A cada momento Jesús seguía demostrando su amor por la gente, pero también su poder, inigualable, asombroso y misterioso, pero siempre compartiéndolo con sus alumnos; los que lo seguían a todas partes en aquel momento y los que lo podemos seguir ahora mismo.

Luego un fariseo le pidió a Jesús que comiese con él. No debemos olvidar que los fariseos eran unos sacerdotes de los judios que guardaban estrictamente la ley de Dios, pero que no aceptaban lo que Jesús decía sobre sí mismo. Entonces nos podemos preguntar: ¿Para que lo invitó si no estaban de acuerdo con él? Es más, muchos estaban planeando como destruir a Jesús. Jesús, por supuesto, sabía muy bien esas cosas, pero igualmente fue a la casa de ese fariseo llamado Simón. 

Lucas nos cuenta que cuando estaba en esa casa, una mujer, se enteró que Jesús estaba allí,  y entonces fue llevando un frasco de un perfume muy caro, y se puso detrás de Jesús y comenzó a derramar sobre los pies de Jesús ese perfume y lloraba, y las lágrimas se mezclaban con el perfume que iba derramando. El relato dice que la mujer era pecadora. Así la veían todos, pues conocían que ella hacía cosas que están en contra de lo que dice Dios.   Entonces el fariseo al ver lo que pasaba pensó: si fuera un profeta sabría que esa mujer es pecadora. Pero Jesús no solo sabía sobre la mujer, sino también sobre lo que estaba pensando Simón el fariseo. Es un misterio como Jesús sabe lo que pensaba Simón pero también lo que pensás vos y yo. 

Jesús le dijo: Simón, tengo que decirte algo. Y él dijo: di, maestro. Una persona tenía dos deudores. Uno le debía 500 denarios y el otro 50, y perdonó a ambos. ¿cual de ellos lo amará más? Simón respondió: creo que al que se le perdonó más. Jesús le dijo: bien has dicho. Entonces se volvió y  mirando a la mujer le dijo a Simón: Entré en tu casa y no me diste agua para lavar mis pies, y ella los lavó con sus lágrimas. No me diste un beso al entrar, pero ella ha besado mis píes, y no ungiste mi cabeza, pero ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso sus muchos pecados son perdonados. Y le dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz. 

Es una hermosa historia que nos muestra otra vez como Jesús se interesaba por todas las personas. Sabía que los fariseos no lo querían  pero igual fue a su casa. Sabía que la mujer había pecado, como todos lo hacemos, pero igualmente aceptó su muestra de amor hacía él. Lo que la mujer hizo fue reconocer que Jesús era el Mesías y lo ungió, es decir, lo reconoció públicamente como tal. Jesús no vino a condenar a las personas, sino que vino a salvarnos. Lo que nos condena son nuestros pecados, y Dios, como juez justo, tendrá que condenar a todo aquel que no desea reconocer a Jesús como Salvador y ser perdonado. Aquella mujer fue con toda la carga de su pecado a buscar el perdón de Jesús, y como lo hizo de corazón fue perdonada, y volvió a su casa salva. ¿Cómo volverás de tus estudios a tu casa? ¿Volverás salvo? Aquella mujer derramó a los pies de Jesús lo más hermoso que tenía, ese perfume que era carísimo. Hoy podés derramar delante de Jesús lo más valioso que tenés: tu corazón. Volvé hoy a tu casa seguro de ser salvo. 

Te invito a orar: Querido Padre Dios, gracias porque me seguís mostrando tu amor y el de Jesús por todas las personas. Gracias porque muchos ya hemos reconocido a Jesús como nuestro salvador personal y tenemos su perdón. Te seguimos pidiendo por todos los que aún no lo han hecho y están condenados, para que puedan reaccionar como la mujer de la historia de hoy y ser salvos. En el nombre del Señor Jesús, Amén.     

¡HASTA MAÑANA!